martes, 13 de abril de 2010

10,11 y 12

A Damen le hizo gracia contemplar al doctor recorriendo con sus manos las piernas y los brazos de Petula, inspeccionando su piel y comprobando que no tenía erupciones. “Este tío es definitivamente su tipo”, pensó, constatando que tal vez nunca tuviera la posibilidad de intentar ligárselo.

El doctor también examinó a Scarlet, y Damen sintió una punzada de celos al mirar cómo Kaufman la manejaba, practicando el obligado examen neurológico y motor.

Inevitablemente, pensó que prefería “jugar a los médicos” con ella mucho más que ser testigo de la inspección real. Kaufman le abrió los párpados, iluminó los ojos de Scarlet con su linterna de bolsillo y anotó sus observaciones en las omnipresentes historias, que pendían de cada una de sus camas.

Estos tres exámenes diarios eran para Damen algo así como las actualizaciones a tiempo real de la llegada de un avión que volase con retraso a causa del mal tiempo. Una señal de mejoría en el estado de cualquiera de las dos podía significar que Scarlet había logrado su objetivo, que estaba más cerca de volver junto a él y más cerca de la vida que de la muerte.
- Y bien, ¿cuál es el veredicto? -preguntó Damen ansiosamente, buscando una respuesta concreta que aliviara sus pensamientos.

- Te seré franco -dijo el doctor Kaufman.
- Por favor -contestó Damen, cogiendo la mano de Scarlet y apretándola entre las suyas.

- Me temo que sus constantes vitales se han debilitado desde ayer -dijo el doctor Kaufman-. Y el examen neurológico no revela ningún cambio.
- ¿Y eso qué significa? -preguntó Damen de manera ingenua, sabiendo condenadamente bien lo que significaba y sin quererlo afrontar.

- Todo indica que el estado de ambas se está deteriorando -sentenció el doctor Kaufman mientras estampaba sus iniciales en el informe, se daba media vuelta y salía por la puerta.

Damen inclinó la cabeza sobre Scarlet y luego pensó en un millón de preguntas que
quería hacer, aunque sólo fuera para sentir que estaba haciendo algo. Salió disparado en busca del doctor Kaufman, y alcanzó a ver cómo desaparecía en el interior de la habitación de otro paciente situada al final del pasillo.

Cuando iba a traspasar el umbral, brotó del interior un gimoteo apenas audible que le
hizo frenar en seco. Asomó la cabeza y vio que el doctor Kaufman se disponía a relaizar una nueva exploración. Entonces reparó en un angustiado matrimonio, que se inclinaba esperanzado sobre una preciosa niña de no más de doce años, que parecía terriblemente enferma. Damen no era médico, pero adivinó que su estado era grave. Le asaltaron unas tremendas ganas de llorar, por aquella niña, por Scarlet o por él mismo, no estaba muy seguro.

“Su vida no es justa”, constató Damen por primera vez en su superpopular,
superconectada y superexitosa existencia a la vez que daba media vuelta y regresaba a la habitación de Petula y Scarlet.

Scarlet levantó la mano en el preciso instante en que la señorita Pierce se disponía a impartir la clase de ese día.

- ¿Sí, Scarlet? -dijo la profesora, prestándole atención.

- Anoche estuve leyendo hasta tarde la Guía del Muerto Perfecty lo entiendo todo salvo una cosa -explicó Scarlet.

- ¿Y qué es lo que no entiendes? -preguntó la señorita Pierce.

- ¿Podría explicarme eso de “Decisión Anticipada”? -demandó Scarlet preparándose para una reacción negativa de alguna clase de por parte de la habitualmente genial decana.
La expresión de la señorita Pierce se endureció un poco y por un instante pareció haberse quedado sin habla.
- ¿Decisión Anticipada? -murmuró, con evidente desconcierto-. Me temo que no sé a qué te refieres.

Tilly, Gary, Bianca y todos los demás se volvieron para mirar a Scarlet con una
expresión divertida en el rostro, intrigados por el hecho de que la chica nueva hubiese conseguido dejar sin habla a la señorita Pierce, quien hasta ahora había demostrado tener respuesta para todo.

- Lo vi en un antiguo manual de la Guía del Muerto Perfectque encontré en mi dormitorio -explicó Scarlet-. En la última página.
Scarlet levantó el formulario en alto desde el fondo de la clase para que la señorita Pierce y todos los alumnos pudieran verlo.

- Yo sé lo que significa -intervino Polly rompiendo el silencio y ofreciendo su opinión no solicitada-. Es cuando decides irte de una fiesta antes de que llegue la novia genuina de tu novio.


El análisis de Polly mostraba evidentes trazos biográficos que no le interesaban a nadie y fue descartado al instante por los demás alumnos.
- Creo que es cuando tienes que decidir si vas a deslizarte por el borde del tanque de tiburones en el zoo -interpuso Andy, aportando su temeraria perspectiva personal a la discusión.

- Acertáis los dos -dijo la señorita Pierce para sorpresa de todos-. Metafóricamente, claro está.

- ¿Eh? -dijo Scarlet dando voz a lo que el resto de la clase ya estaba pensando.

- Decisión Anticipada es un proceso mediante el cual un único alumno puede eludir el curso de Muertología -explicó la señorita Pierce con esmero.

- Vaya, ¿y ya está? -preguntó Tilly haciendo gala de su notoriamente impaciente
personalidad, que ahora brilló con la intensidad de los rayos UVA que la mataron-. ¿Me está diciendo que he estado esperando aquí para nada?
- La Decisión Anticipada no la enseñamos, Tilly -contestó de manera tajante la señorita Pierce-. Porque es peligrosa para el candidato y también para el resto de la clase. Scarlet intentó recuperar el hilo de la conversación.
- ¿Y dice que Polly y Andy no andan desencaminados? -preguntó Scarlet.

- Consiste en pasar al Otro Lado antes de que se estime que uno está preparado -
continuó la señorita Pierce con cierta vaguedad-, y superar el mayor obstáculo de todos. No había nada peor que el lugar donde ahora se encontraba, y además, ¿acaso alguien llegaba alguna vez a estar preparado del todo?, pensó Scarlet.

- ¿Y por qué es tan peligroso? -preguntó inocentemente-. Aquí todos, bueno, casi todos están ya muertos.
- Ah, Scarlet, eso dice mucho de ti -dijo la señorita Pierce-. Hay cosas peores que la muerte, pero como no eres lo que se dice uno de nosotros, aún no puedes comprender del todo lo que trato de decir.

- Estoy escuchando -dijo Scarlet.
- Lo que estás haciendo es ocupar un sitio reservado para otra persona -explicó la señorita Pierce yendo al grano.

- Está bien -murmuró Scarlet, ofendida por la franqueza de la recatada profesora. No era la primera vez que se la acusaba de ocupar espacio, pero en esta ocasión era diferente.

El análisis de Polly mostraba evidentes trazos biográficos que no le interesaban a nadie y fue descartado al instante por los demás alumnos.
- Creo que es cuando tienes que decidir si vas a deslizarte por el borde del tanque de tiburones en el zoo -interpuso Andy, aportando su temeraria perspectiva personal a la discusión.

- Acertáis los dos -dijo la señorita Pierce para sorpresa de todos-. Metafóricamente, claro está.

- ¿Eh? -dijo Scarlet dando voz a lo que el resto de la clase ya estaba pensando.

- Decisión Anticipada es un proceso mediante el cual un único alumno puede eludir el curso de Muertología -explicó la señorita Pierce con esmero.

- Vaya, ¿y ya está? -preguntó Tilly haciendo gala de su notoriamente impaciente
personalidad, que ahora brilló con la intensidad de los rayos UVA que la mataron-. ¿Me está diciendo que he estado esperando aquí para nada?
- La Decisión Anticipada no la enseñamos, Tilly -contestó de manera tajante la señorita Pierce-. Porque es peligrosa para el candidato y también para el resto de la clase. Scarlet intentó recuperar el hilo de la conversación.
- ¿Y dice que Polly y Andy no andan desencaminados? -preguntó Scarlet.

- Consiste en pasar al Otro Lado antes de que se estime que uno está preparado -
continuó la señorita Pierce con cierta vaguedad-, y superar el mayor obstáculo de todos. No había nada peor que el lugar donde ahora se encontraba, y además, ¿acaso alguien llegaba alguna vez a estar preparado del todo?, pensó Scarlet.

- ¿Y por qué es tan peligroso? -preguntó inocentemente-. Aquí todos, bueno, casi todos están ya muertos.
- Ah, Scarlet, eso dice mucho de ti -dijo la señorita Pierce-. Hay cosas peores que la muerte, pero como no eres lo que se dice uno de nosotros, aún no puedes comprender del todo lo que trato de decir.

- Estoy escuchando -dijo Scarlet.
- Lo que estás haciendo es ocupar un sitio reservado para otra persona -explicó la señorita Pierce yendo al grano.

- Está bien -murmuró Scarlet, ofendida por la franqueza de la recatada profesora. No era la primera vez que se la acusaba de ocupar espacio, pero en esta ocasión era diferente.


La señorita Pierce deslizó el formulario con mucha elegancia por la ranura, y antes de que tuviera tiempo de volverse de nuevo hacia Scarlet, ésta se había esfumado.

Maddy entró en la sala de descanso y pasó junto al resto de becarios sin mediar palabra, como siempre. No sólo no interactuaba con nadie que no fuera Charlotte, sino que literalmente los ignoraba. Y lo que era peor, Charlotte empezaba a tratarlos igual.
--¿Y qué demonios hace ésta aquí, ya que estamos? -azuzo CoCo.

--Eso -cotorreó Violet--. ¿Por qué no estaba en Muertología con nosotros? ¿Es qué alguien sabe algo de ella?

A decir verdad, nadie sabía nada. Ni siquiera Charlotte, tan obsesionada consigo misma o tan ocupada respondiendo a las preguntas de Maddy, se había parado a pensar en preguntarle a Maddy cómo o por qué había llegado hasta allí. Las chicas estaban en pleno cotilleo cuando Maddy entró en la sala.

--Hablando del rey de Roma -dijo Prue señalando con su cabeza en su dirección. Las demás chicas soltaron una risita y retomaron la conversación.
--¿Algún problema? -preguntó Maddy secamente, acallándolas.

Debían reconocer que no le habían dedicado demasiado tiempo a Charlotte desde que cruzaron al otro lado. Entre sus nuevas “vidas” y el trabajo, cada vez era más complicado buscar un hueco para compartirlo de verdad. Pero después de todo lo que habían pasado juntas, Charlotte debía saber lo mucho que les importaba.
Pam se tomó la sugerencia de Maddy como una ofensa personal, puesto que ella era la que conocía a Charlotte desde hacía más tiempo, más incluso que Scarlet.

--A mí nadie me viene a enseñar cómo ser amiga de Charlotte y menos tú, que la acabas de conocer -la cuestionó Pam. Hacemos lo que hay que hacer, lo que se nos pida que hagamos.

--Pues igual que yo -respondió Maddy vagamente y dio media vuelta y se fue, dejando a las becarias con la palabra en la boca y el asunto en el aire.
Scarlet miró a su alrededor y comprobó que estaba en otro lugar. Pero dónde,
exactamente, no tenía ni la menor idea. Parecía una urbanización cerrada un poco
deprimente: vallada, con paseos pavimentados y cierto aire a campamentos de reclutas. A lo lejos pudo divisar una aislada torre de apartamentos, delgada como un plato. Estaba oscureciendo, así que dirigió sus pasos hacia el edificio, la señal de luz, que no de vida, más próxima, con la esperanza de obtener alguna información sobre Charlotte.
Franqueó la entrada y la detuvo el portero.

--Estoy buscando a una persona -dijo con nerviosismo.
El hombre la miró de arriba abajo y luego reparo en su camiseta de Demned¹. Damen se la había llevado al hospital para que se la pusiera con ocasión de su “viajecito”.
--Es un grupo de música -aclaró ella, convencida que no era el momento ni el lugar idóneos para correr riesgos.


--¿A quién? -fue la cortante respuesta de él.

--¿A Charlotte Usher? -dijo ella con tono acobardado, medio esperando que el portero la echara de allí con cajas destempladas.
El tipo levantó la vista hacia la videocámara que vigilaba la entrada como buscando una respuesta, y la luz roja parpadeó una vez.

--Diecisiete -dijo señalando el ascensor con un ademán. Scarlet permaneció en estado de shock un minuto, petrificada en sitio, dudando si salir corriendo por la puerta o arrojarse encima del portero y plantarle un beso. Iba a ver a su mejor amiga. Por fin podía albergar alguna esperanza, no sólo fe, en que su viaje había merecido la pena. Quizá diecisiete plantas más arriba se hallara la respuesta a sus plegarias, las de Petula, las de su madre, puede que hasta también la de Damen… o, reflexionó pausadamente, el comienzo de una pesadilla.

De pronto cayó en la cuenta de que no tenía ni idea de dónde estaba ni de quién era el tipo aquel de la puerta. Tal vez estuviese resultando demasiado sencillo. ¿No la había advertido la señorita Pierce de que no había garantías cuando se tomaba una Decisión Anticipada? Tal vez no estuviera predestinada a salvar a Petula o a sí misma… Tal vez estuviera predestinada a convertirse en el aperitivo de algún malvado juez de reality show de proporciones gigantescas. Diecisiete plantas, nada menos.

Scarlet se volvió hacia el portero otra vez y le escudriñó tratando de evaluar su
personalidad. Su aspecto era imponente, pero no parecía malintencionado. Decidió que se trataba de un alma buena, básicamente, poco inclinada a engañarla. Además, la planta diecisiete estaba “arriba” después de todo. Las posibilidades, sopesó, se inclinaban a su favor. Estuviese o no buscándose una excusa, el caso es que desechó sus dudas y se dejó llevar por el instinto.

Damen hojeaba la revista, alzando los ojos hacia Scarlet y Petula a intervalos regulares. Observaba los monitores, dispuesto a alertar a las enfermeras o a los médicos si percibía algún cambio, ya fuera para bien o para mal, antes que se dispararan las alarmas. Afortunadamente, pensó, las dos chicas permanecían desde hacía un día más o menos, sin que hubiese sido necesaria una intervención de urgencias. Lo que suponía todo un alivio para él y para Kiki Kensington, a la que telefoneaba para tranquilizarla cada pocas horas.
Se rascó su desacostumbrada barba incipiente, dejó la revista y cogió la mano de

Scarlet, que colgaba entre los barrotes de la barandilla de la cama. Acarició su antebrazo y le apretó los dedos, tratando por todos los medios de provocar algún tipo de reacción, refleja aunque fuera. Y entonces dejó de preocuparle si obtenía una respuesta o no y se limitó a acariciarla, perdido en sus pensamientos sobre ella. Él era el único en el mundo entero que la conocía tal y como era realmente. Sabía que sus vacaciones preferidas era el período de horario de verano, que cambiaba de grupo de música preferido según su capacidad de actuar en vivo, y que para ella el día ideal consistía pasar el tiempo en librerías de viejo, comprar joyas vintage, comer una hamburguesa en una cafetería de mala muerte y luego ver una peli indie en el cine art nouveau. No quiso seguir recordándola como si no fuera a volver nunca más, y en su lugar se
puso a cavilar sobre si habría alguna manera de que él le echase una mano. Entonces miró su rostro con ternura y creyó ver el leve esbozo de una sonrisa en sus labios.


Charlotte su quedó plantada donde estaba, paralizada y muda ante aquella visión. No podía creer lo que veían sus ojos, o más bien su corazón el que no la dejaba tener fe en sus ojos.

--¡Scarlet!

--¡Charlotte!
Sin mediar otra palabra, caminaron una al encuentro de otra y, después de mirarse a los ojos, se fundieron en un abrazo. Fue como si volviesen a intentar la posesión, aunque esta vez se aferraban mutuamente como si les fuera la vida en ello.
--Te echaba de menos -dijo Scarlet abrazándola muy fuerte.

--No tienes ni idea -dijo Charlotte, consiguiendo apenas liberar una mano del abrazo de oso de Scarlet para retirarle de la cara los largos mechones de su inconfundible flequillo negro escalonado.
--No has cambiado nada.


Las dos permanecieron mirándose otro rato más, escudriñándose de arriba abajo y de abajo arriba, no de manera crítica, como lo hacían las Wendys o Petula, sino con un cariño genuino que rehuía cualquier calificativo. Mientras se abrazaban una última vez, Charlotte dio un respingo de repente. Faltaba algo. El latido del corazón de Scarlet. No podía sentirlo. La señal de vida que había atraído a Charlotte cada vez que realizaban el ritual había desaparecido.


Charlotte reparó en la expresión de asombro del rostro de Maddy. Parecía más preocupada que amenazada por la llegada de Scarlet.

--¿Así que esto es el paraíso, eh? -dijo Scarlet rozando a Maddy al pasar para
contemplar el nuevo hogar de Charlotte. Caminó hacia los grandes ventanales que
daban a la explanada de cemento y al semicírculo de adosados idénticos de más abajo. Desde aquella perspectiva aérea el conjunto se le antojó más aún del Telón de Acero que lo que había parecido a nivel de suelo. A Scarlet se le ocurrió pensar que si aquel
lóbrego y corriente escenario era “arriba”, prefería no pensar en cómo sería el lugar al que Petula se encaminaba sin remedio.

Atrapadas en la oficina de altas médicas, Petula y Virginia, para bien o para mal, empezaban a trabar conocimiento la una de la otra.
-Envejecer no es nada malo -susurró Virginia inclinándose hacia Petula.

-Tampoco es nada bueno -dijo Petula con un gesto de asco, como si su perro se acabase de cagar en la cocina - Se te arruga y se te cae todo.
-Hay mucha gente que se sentirá afortunada si pudiese envejecer -dijo Virginia casi sombríamente -. Es un regalo.

Petula le clavó una mirada penetrante. La ingenuidad de aquella pequeña sabihonda le hacía hervir la sangre, pero se contuvo al ocurrírsele que, tal vez, había topado accidentalmente con un momento de su vida en el que ejercer de veras su magisterio. Con las Wendys y las otras chicas del instituto ejercía de icono más que nada, era el modelo a seguir. Imponía su liderazgo dando ejemplo. En cuanto a Scarlet, bueno, con ella no tenía nada que hacer. Pero la de ahora se presentaba como una oportunidad para
impartir su sabiduría, para inculcar su particular filosofía a toda una nueva generación, y para cuya consecución se valdría de la pequeña Virginia como mensajera.

El rostro de Petula adoptó el modo salvapantallas para protegerla de la crudeza y el realismo del futuro que se estaba imaginando. Se sacudió la idea y prosiguió con lo suyo.
-¿No te has fijado nunc en los pies de la gente mayor? -preguntó ofreciendo una visión sorprendente -. ¿También quieres eso?

-Mira quién fue a hablar -contraatacó Virginia, bajando la vista hacia el dedo gordo y la chapucera pedicura de Petula.

-Lo que digo -recalcó Petula -es que nadie va por ahí buscando la Fuente de la Vejez.

-Si haces que tu vida gire en torno a la apariencia física, entonces sí, reconozco que
tienes razón -dijo Virginia insidiosamente -. Pero no sé si estoy preparada para toda una generación de abuelas con las tetas más grandes de la historia.
-Todo el mundo hace girar su vida en torno a la apariencia física -replicó Petula -. Ya sea sacando provecho de su propio atractivo para conseguir lo que desea o bien haciendo dinero para rodearse de gente atractiva. Nadie quiere ser feo ni viejo. La vida es una pasarela.

-No hace falta que me lo cuentes -murmuró Virginia.
-La gente prefiere que se la envidie a que se la respete -prosiguió Petula -. Quiere
acaparar la atención, por cualquier motivo, ya sea bueno o malo, y hará cualquier cosa para conseguirlo.

-O exprimirá la vida de otro para conseguirlo -dijo Virginia de forma críptica.
-Oh, por favor, no me vengas ahora haciéndote la víctima y echándome la culpa de tu desgraciada vida a tu malvada madre manipuladora -escupió Petula sin compasión -. ¡Toda esa comedura de coco es como un falso positivo en un test genérico de embarazo!
-¿Eh? -dijo Virginia, que no tenía ni idea de qué estaba diciendo Petula.

-Cuando te da positivo la primera vez, te disgustas y vas llorando con tus penas a tus
amigas -le aclaró Petula -. Luego te lo vuelves a hacer y te da negativo. Te quedas de lo más aliviada, pero en el fondo te llevas un chasco.
-Tú sigue, no te cortes -dijo Virginia sarcásticamente.


Las dos amigas apenas si habían dejado de hablar desde la llegada de Scarlet y estaban acurrucadas en la litera de Charlotte, al más puro estilo hoy-duermo-en-casa-de-mi-mejor-amiga, charla que te charla, esperando a que amaneciera. Maddy se había tapado la cabeza con una almohada, pero ni aun así logró ahogar por completo el sonido de sus voces.

-Es increíble por lo que has pasado para llegar hasta aquí -dijo Charlotte maravillada.
-Bueno, supongo que se podría decir que me moría por verte -bromeó Scarlet, tan amante del humor negro.

-¿Has estado en Muertología?
-Sí, pero era una clase completamente diferente, con otros alumnos y otro profesor -explicó Scarlet -. Nadie sabía quién eras.



En serio? -preguntó Charlotte un tanto decepcionada.

-Pero les hablé de ti.
Sonrió a Charlotte, sabiendo que era eso lo que en el fondo quería escuchar, y Charlotte le devolvió la sonrisa alegrándose de que Scarlet lo supiera.

-Esos chicos y chicas se portaron muy bien conmigo. Me hizo sentir mal tener que arrastrarlos en toda esta historia -confesó Scarlet.

-Por lo que parece, no lo suficientemente mal -añadió Maddy.

-Pero estaba claro que no me podía quedar -continuó Scarlet, ignorando la puya proveniente de la litera de abajo -. Tenía tanto miedo de quedarme atrapada allí.

-Vamos -interrumpió Maddy -, que te echaron a patadas como a quien se cuela en una fiesta.
-No -dijo Scarlet -. Hice una solicitud de Decisión Anticipada y aquí estoy.

-Muy astuta -dijo Charlotte, alabando el desparpajo con el que Scarlet se movía en el mundo de los espíritus.
-¿Me estás diciendo que te aceptaron? -preguntó Maddy con cierta envidia.

-Sí -dijo Scarlet con orgullo -. Estoy graduada, igual que vosotras, salvo que no estoy muerta ni nada de eso.
-Y yo sólo he conseguido esta crutez de camiseta -murmuró Maddy.

Charlotte decidió distender el ambiente un poco y recondujo la conversación a un terreno menos controvertido.
-¿Y qué me dices de Hawthorne? -preguntó Charlotte con vehemencia -. ¿Se acuerda allí alguien de mí?

Charlotte sintió un cosquilleo en el estómago, similar al que se experimenta en una montaña rusa. Estaba convencida de que la recordarían, por lo menos durante un semestre o así.

Pero se preparó para escuchar los detalles de su irrelevancia.

-Al principio fue un poco raro -explicó Scarlet -. Nadie quería reconocer que había pasado realmente.

Charlotte estaba que no cabía en sí de gozo con la noticia de su póstuma fama, mientras Scarlet seguía dale que te dale contándole cómo personas que ni siquiera la habían conocido contaban su historia con cariño y familiaridad. Cómo en las semanas inmediatamente posteriores a su muerte, la gente se fundía de manera espontanea en abrazos multitudinarios en los pasillos para reconfortarse los unos a los otros, como si no tuviesen otra salida que sobrevivir juntos a esa tragedia. Como si antes de que ocurriera aquel suceso no hubiesen estado al tanto de que la gente podía morir, y se acabasen de enterar de que también ellos eran mortales. Se repartieron lazos negros y se contrataron psicólogos para ayudar a los estudiantes a soportar el duelo por alguien que antes de su muerte no sabían ni que existía. Ella les había dado a todos algo de lo que formar parte.

Todo esto debería haber animado mucho a Charlotte, pero en lugar de disfrutar simplemente de la celebración de su recuerdo, empezó a sentirse triste y un poco engañada. De pronto se dio cuenta de que le hubiese gustado estar allí para verlo.
Cuando sus risas se apagaron, una extraña tristeza embargó a Scarlet también. No podía dejar de pensar en aquella necrológica que había escrito para Charlotte y en lo cerca que podían estar Petula y ella de necesitar una muy pronto. La posibilidad de un doble funeral se decantaba como lo más probable. La situación era cada vez más absurda y menos divertida.
-Es la primera vez que estamos juntas en tu habitación - señaló Scarlet con nostalgia a la vez que se sentía más próxima a la muerte que nunca.

Nuestra habitación - la corrigió Maddy con acritud.
-No te preocupes -la tranquilizó Charlotte con una sonrisa -. Sólo estás de visita.

Scarlet adoraba el arte que tenía Charlotte de poner al mal tiempo buena cara. Creía a Charlotte y creía en ella, como siempre. Tenía que hacerlo. A pesar de la irritante presencia de Maddy, estar con Charlotte la devolvió a una época en la que se sentía segura y en la que todo era nuevo y emocionante. Ahora había llegado el momento de
poner a prueba esa fe.

-Damen está sentado en esa habitación, esperando -dijo Scarlet angustiada -. Esperando su… mi… regreso.
-Entonces será mejor que te pongas en marcha -sugirió Maddy.

-Scarlet, ¿todo esto lo haces por Petula…? -Preguntó Charlotte -, ¿… o por Damen?
-No, bueno, no sé, podría ser -dijo Scarlet de forma esquiva, pues ni ella misma conocía la respuesta -. No ha pasado mucho por casa desde que empezó las clases, y ahora aparece de pronto, coincidiendo con el grave estado de Petula.

-Pues sí que da que pensar -intervino Maddy.
-Dice que es porque quería llevarme al Baile de Bienvenida -explicó Scarlet un poco a la defensiva.

-¿El baile de bienvenida? -caviló Charlotte en voz alta, haciendo grandes esfuerzos para impedir que en su mente volvieran a rondar las vanas ilusiones de antaño.

-Últimamente no conectamos tanto como solíamos - se quejó Scarlet, mostrándose a los ojos de Charlotte con una vulnerabilidad desconocida -. Es como si viviéramos en dos mundos aparte.
Charlotte sabía, de primera mano, lo que era estar en un mundo aparte. No pudo evitar pensar que tal vez fuera ella de quien se había enamorado Damen en realidad, pero al instante se sintió culpable por permitir siquiera que la idea se le pasara por la cabeza. Maddy permanecía en silencio, reuniendo información y escuchando atentamente cómo las dos chicas desembuchaban cuanto llevaban dentro.

-¿Te llama por teléfono? -preguntó Charlotte con curiosidad.

-Sí, claro, pero no es suficiente, ¿sabes?
-¿Y sabe él cómo te sientes?

-No. Y tampoco sé realmente cómo se siente él -dijo Scarlet con evidentes signos de frustración.
-El amor es un campo de batalla -interfirió Maddy sin poder contenerse.

La conmiseración de Damen por Petula era algo que sacaba a Scarlet de sus casillas, y la crisis de comunicación que ambos experimentaban hacía mucho más difícil que Scarlet pudiese leerle el pensamiento. Ella sabía que la razón principal de buscar a Charlotte era la de ayudar a Petula, algo que no estaba ansiosa por reconocer, pero
Charlotte apuntaba a otra cosa. Recuperar a Petula, salvar su vida, volvería a centrar la atención de Damen en Scarlet por completo. Y eso era algo que se resistía a hacer, sobre todo delante de Maddy.
-Francamente -dijo Scarlet de manera poco convincente -, me parece que sólo quiero recuperar a Petula para que vuelva a convenir mi vida en un infierno.
Charlotte sonrió. Podía ver a través de los mecanismos de defensa de Scarlet y leer directamente lo que decía su corazón.


Era extraño, pero muy grato. Charlotte estaba encantada de verse mezclada de nuevo en los cotilleos de Hawthorne, aun en tan difíciles circunstancias. No se había sentido tan bien desde que cruzara al otro lado. Se habían puesto casi totalmente al día sin tan siquiera abordar el tema que a todas luces era el asunto más importante de todos: ¿cómo exactamente, iba Charlotte a echarle una mano?


A Scarlet le complació comprobar que Charlotte conservaba el arrojo que exhibiera la noche del Baile de Otoño, pero Maddy no andaba desencaminada. Aunque en ese momento pocas cosas le apetecían más que quedarse con Charlotte, lo cierto era que todavía había algo prioritario, la razón por la que estaba allí. No obstante, anduviese desencaminada o no, Scarlet empezaba a abrigar la clara impresión de que Maddy trataba de deshacerse de ella y no precisamente por nada que tuviese que ver con la búsqueda de Petula
.

Maddy se quedó completamente perpleja, pero la expresión de aprobación que adquirió el rostro de Scarlet fue instantáneo. Muertología, la película de orientación, toda la metáfora aquella sobre Bill y Butch, las habilidades especiales y el kickball. Se le ocurrió pensar que era curioso que Maddy no hubiese pasado por eso también. Todo el mundo debía ver la película una y otra vez.
-Tenemos que salir del campus -continuó Charlotte.

-Genial. ¿Cómo? -preguntó Scarlet, ansiosa por coger la puerta e irse ya.

-Charlotte, no puedes volver al mundo de los vivos así por las buenas -la previno Maddy con urgencia -. Ahora tienes un empleo, responsabilidades en la plataforma telefónica.

-Te refieres a que podría perderme una de esas llamadas que nunca recibo -dijo Charlotte con sarcasmo, pero entendiendo, no obstante, que las consecuencias de aventurarse a lo desconocido podían ser muy peligrosas -. Estoy convencida de que puedes atenderlas por mí.

El malestar que le había producido el gesto de Maddy al contestar su llamada en el
trabajo días antes había estado reconcomiendo a Charlotte, y le pareció que éste era un momento tan bueno como cualquier otro para hacérselo saber.

-No quiero que hagas nada que pueda perjudicarte -dijo Scarlet sintiéndose culpable y esperanzada a la vez ante la perspectiva de poder dar finalmente con la solución -. Tú señálame el camino y yo seguiré sola.
-No. Nuestra labor es ayudar a adolescentes con problemas, ¿no es así? -dijo Charlotte tajantemente, mirando a Maddy -. Tú eres una adolescente con problemas y yo voy a ayudarte.
-¿Es qué no te acuerdas de todo lo que hemos hablado sobre las buenas obras? -Dijo Maddy fuera de sí, cogiendo a Charlotte de sus escuálidos hombros en un desesperado
último intento por hacerla entrar en razón -. ¿De lo inútiles que resultan? ¿De la pérdida de tiempo que suponen?


A Charlotte le costó un poco procesar lo de que la “necesitaba”, por no decir que la
irritó bastante. En otras circunstancias, habría disfrutado escuchando a Maddy reconocer de aquella manera su vulnerabilidad, los celos que aparentemente le causaba la visita de Scarlet, pero no era eso lo que acababa de suceder. No era necesidad en el sentido de deseo lo que Maddy acababa de expresar; más bien parecía necesidad en el sentido de obligación.


Charlotte estaba harta de que Maddy se metiera por medio, pero lo cierto era que se había portado como una verdadera amiga desde que llegaran, y resultaba más que comprensible que Maddy se sintiera amenazada por su relación con Scarlet.


En ese instante sonó el teléfono del apartamento, y Maddy, haciendo gala de las
habilidades adquiridas en la plataforma, se abalanzó hacia el aparato para contestar.
Volvió la espalda a las chicas y asintió unas cuantas veces, pero ni Charlotte ni Scarlet lograron oír una sola palabra de lo que decía. Es más, no se enteraron de que la conversación había acabado hasta que Maddy colgó el auricular y se volvió con una expresión mucho más alegre cubriéndole el rostro.
-Oye, Charlotte, ¿tienes un momento? -Preguntó a la vez que la agarraba de su
esquelética muñeca y la arrastraba al otro extremo de la habitación -. Verás, al principio pensaba que esta historia era una mala idea, con tanta carga de trabajo como tienes y eso
-pió Maddy -, pero sé lo triste que has estado, y regresar, bueno, ya sabes, quizá tenga sentido para ti -continuó Maddy -. Lo que quiero decir es que esa hermana tan perfecta y popular de Scarlet está ahí tumbada, vulnerable y vacía, y tú eres probablemente la
única que puede ayudarla en este momento.



COMENTARIO: bueno pues que padre que charlotte se volvio a rencontrar con Scarlet, la verdad es que cuando uno esta deprimida o triste por lo que le pasa en la vida o en la muerte pues se necesita de un compañero o amigo, y pues tambien creo que debemos de tomar en cuenta lo que Charlotte quiereayudar a Petula, apezar de todos los rencores y envidias que habia entre ambas, siento que es una buena leccion que debemos tomar en cuenta, y ponerla en practica; si podemos ayudarle al projimo, hay que hacerlo (apezar de lo que alla pasado o lo que te alla hecho).

miércoles, 7 de abril de 2010

7 8 y 9

Petula despertó lentamente. Creyó haber oído una voz masculina que la llamaba, pero al abrir los ojos estaba completamente sola. Su cabeza descansaba sobre una almohada y se llevó la mano a la cara, para comprobar si la grava había dejado su impronta en la mejilla. Era lo último que recordaba antes de haberse quedado dormida. Esperaba, si Dios quiere, no tener que lidiar con un montón de feas marcas justo antes del Baile de Bienvenida, sobre todo después del dineral invertido en tratamientos semanales de dermabrasión y rellenados de colágeno. Medio atontada todavía, guiño los ojos varias veces para sacarse el sueño, bajó la mirada y pasó a evaluar como hacía a diario, sólo para comprobar que continuaba con el mismo cuerpazo que el día anterior. No reconoció el fino blusón de poli algodón que la arrebujaba, pero no le sentaba nada mal. Realzaba los mejores rasgos de su cuerpo, en particular el culo, que quedaba prácticamente al aire. En lo que la gente no se fijaba, principalmente debido a la belleza de su rostro y a la perfección de sus pechos, que atraían los ojos hacia arriba, era en que era corta de tronco. Pero aquella graciosa prenda que llevaba tapaba ese contratiempo anatómico menor y remarcaba lo que tenía que remarcar. Sus piernas, que se prolongaban vertiginosamente -hasta los pies, claro-. Sus pies. La fuente del drama del día anterior de pronto arrasó sus pensamientos.

Tras dedicar ese pequeño improperio a la técnica de uñas, Petula se despertó del todo, o lo suficiente, al menos, para caer en cuenta de que no estaba en su cama. Ni en casa, ya puestos. Se incorporó, miró a su alrededor y descolgó las piernas por el lateral de la cama, que ahora pudo reconocer como una cama de hospital gracias a su voluntariadoobligatorio en un geriátrico.
Se acordó, de pronto, de que se había mareado y vomitado. Sobrecogida ante tan inapropiado comportamiento en público, se auto convenció de que él debía de haberle puesto alguna clase de droga para violaciones.

«Pervertido», pensó.
Se acerco al borde de la cama, hasta que sus pies tocaron el suelo, y al hacerlo sintió un pinchazo. No es que se le pudiera llamar dolor, exactamente, pero sí era lo bastante desagradable como para notarlo. Cojeando un poco, cruzó la habitación vacía hasta la puerta y salió al pasillo.

Petula no estaba acostumbrada a esperar ni a que no la atendieran al instante. Dio media vuelta para salir por donde había entrado y reparó en otro cartel que colgaba del plomo de la puerta.
SU TIEMPO ES IMPORTANTE PARA NOSOTROS, leyó. SI NO HA SIDO
ATENDIDO EN ---- MINUTOS, ROGAMOS LO NOTIFIQRECEPCIÓN.
El número de minutos que debía esperar no aparecía especificado en una de esas
pequeñas esferas de reloj con manillas de plástico. No obstante, la reconfortó saber que alguien atendía la sala y que más pronto que tarde podría reanudar su agenda del día.

A pesar del rotundo desdén que manifestaba hacia el público en general, Petula necesitaba a la gente más de lo que jamás se hubiera atrevido a reconocer. No es que se desviviera por interactuar con las personas, por dar algo de sí misma. Necesitaba su atención, su idolatría, su odio y su envidia incluso. Las grandes muchedumbres de admiradores sin rostro se contaban entre sus cosas predilectas. Una sonrisa y un saludo mecánicos eran más que suficiente para calmar a su multitud de adoradores. Petula se llevó la mano a la altura de la cara y, estirando el brazo cuan largo era, examinó su manicura de esmalte transparente, tan expertamente acabada, a diferencia de su trágica pedicura. Reparó en su imagen reflejada en las uñas y decidió emplear ese tiempo de forma constructiva practicando poses. Separó los dedos al máximo para obtener el mayor número posible de ángulos, consiguiendo una perspectiva un tanto distinta de sí misma en cada uno de ellos. No es que fuera el espejo de cuerpo entero de su dormitorio, pero dada las circunstancias más valía eso que nada.

La sacó de su sesión fotográfica y coronación imaginarias y la devolvió a una realidad decididamente menos glamurosa. Ahora notó también que el ambiente era cada vez más frío y empezó a removerse en su asiento con impaciencia.
Justo en ese momento, la puerta principal de la oficina se entreabriómuydespacio.
-Joder, ya era hora -vociferó Petula, sintiéndosemás aliviada que nunca por la compañía.
La puerta de la oficina se abrió por completo, pero Petula seguía sin ver quién era el que entraba. Pensó que quienquiera que fuese debía de sufrir algún tipo de discapacidad vertical o algo, porque no se veía la cabeza a través de la ventanilla de la parte superior de la puerta.




-Menuda suerte -se quejo Petula-, voy a tardar siglos en salir de aquí.
Vio entar una pierna, vacilante. Sin duda pertenecía a una persona bajita. Pero era una niña. Asomó la cabeza con cautela, mirando primero de un lado y luego al otro antes de entrar, tal y como le habrían enseñado que tenía que hacer antes de cruzar la calle.
-¿Dónde estoy? -preguntó la niña, franqueando la entrada del todo y dejando que la puerta se cerrara poco a poco a su espalda.
Viniendo de una persona tan pequeña, pensó Petula, era toda una pregunta, y ella no tenía ni la más remota idea de cómo responderla correctamente por el momento.
-¿Y tú eres…? -preguntó Petula con recelo a la confundida niña.
-Me llamo Virginia Johnson -contestó la niña, igual de recelosa-. ¿Y tú como te llamas? Petula permaneció muda de asombro durante un segundo. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que tuvo que presentarse a alguien, pero el momento era tan bueno como cualquier otro para hacer una excepción.
-Yo soy Petula Kensington -anunció de forma arrogante, con un tono que uno o dos siglos antes habría garantizado una referencia-. Encantada de conocerme. Éste era su modus operandi habitual cuando estaba nerviosa. Actúa con superioridad y confianza, y doblegarás a los más débiles, a los más inseguros. El hecho de que empleara esta táctica con una niña no era más que una señal de lo mucho que empezaba a agobiarle todo aquello.
-Deja que adivine -dijo Virginia mirando a Petula de arriba abajo-, eres animadora.
-¿Cómo lo has sabido? -preguntó Petula muy orgullosa.
-Por los humos y… -soltó Virginia, ladeando levemente el cuello para obtener una
mejor vista lateral del camisón abierto de Petula-… ese culo gordo.
Petula no se esperaba algo así de una niña de aspecto tan inocente. Su primera reacción fue la de sentirse ofendida y contraatacar, pero en su lugar se paró los pies, se diría que seducida por las agallas de Virginia. La impertinencia de la niña también hizo que se acordara de Scarlet, y de todos aquellos largos viajes en coche que habían compartido juntas en las vacaciones de verano, antes del divorcio.


Acabadas las compras, las Wendys volvieron al hospital de Petula, se diría que para
acompañar a la enferma, o para ser más exactos, rondar a la víctima, y para su sorpresa se encontraron a Scarlet, que yacía igualmente exánime en la cama de al lado. La doctora Patrick estaba en la habitación, haciendo la visita nocturna. Por todas partes había evidencias de la conmoción: el lugar estaba sembrado de tubos, jeringuillas, esparadrapo, gasas y monitores de todo tipo, restos de la batalla del equipo de cardiología por estabilizar a Scarlet. En vez de consternación, las Wendys sólo pudieron sentir desprecio hacia Scarlet.
-¿Es que por fin ha visto la luz y ha intentado suicidarse? -dijo Wendy Anderson con desdén.
-Míralas -dijo Wendy Thomas ante la visión de Scarlet tumbada en una cama junto a Petula-. El botín y la bestia.
-¡Qué poca personalidad! -espetó Wendy Anderson.
-Ya ves -corroboró Wendy Thomas fríamente-, no solo le quita el novio sino que va y también le roba el protagonismo de su coma.
Las dos chicas se volvieron de repente cuando Damen entró en la habitación. Estaba
hacho un cromo, arrugado, desaliñado, con los ojos enrojecidos, y parecía cansado y
preocupado. Las Wendys, que nunca le habían perdonado que prefiriera a Scarlet en vez de Petula -o alguna de ellas dos ya que estaba-, saborearon la oportunidad de patearle ahora que le veían en horas bajas. Él las ignoró y fue a sentarse entre las dos camas.
-¿Qué diablos ha pasado? -preguntó Wendy Thomas, más furiosa que preocupada.
Damen no se molestó en responder. Sabía que si se dejaba succionar, acabaría atrapado en esa interminable rueda de hámster sin sentido que era el proceso de pensamientos de las Wendys.
-Cabe la posibilidad de que Scarlet haya caído en un coma autoinducido, propiciado por un estrés extremo -dijo la doctora Patrick-. Podría ser psicosomático.
-Yo más bien la llamaría psicópata -agregó Wendy Thomas.
-A veces es difícil soportar ver a la hermana que quieres tumbada ahí, medio muerta -dijo la doctora Patrick.
Wendy Anderson no pudo aguantarse la carcajada, y el Red Bull que se estaba tomando le salió disparado por la nariz. La idea de que Petula pudiera significar tanto para Scarlet era más de lo que sus mentes podían procesar. No obstante, lograron recuperar la compostura cuando la señora K, quien durante todo ese tiempo había estado acariciando como ausente el vestido del Baile de Bienvenida de Scarlet, les lanzó una mirada asesina.

Maddy y los demás estaban pegados a sus teléfonos, de modo que Charlotte decidió irse por su cuenta. Al cruzar el patio que separaba el complejo de oficinas de la residencia del campus, observó las vallas que rodeaban los barracones. No había reparado antes en ellas porque por el camino siempre estaba ocupada charlando con Maddy. Le pareció que estaban allí más para delimitar la zona que para impedir la entrada o salida del lugar, lo que por otra parte tenía sentido. Es posible que la gente se muriese por entrar, bromeó consigo misma, pero nadie tenía demasiado interés en averiguar qué había al otro lado.
La liberación se estaba convirtiendo en un concepto cada vez más importante para
Charlotte. Últimamente, su existencia se había tornado tan insoportable que había
empezado a evocar con cariño su vida -una vida marcada sobre todo por la inseguridad y el aislamiento-. Es más, desde la llamada aquella que no llegó a responder, no podía dejar de pensar en Scarlet, Petula y Damen y lo que pudo haber sido, y en su familia y lo que nunca fue. Más que nada pensaba en lo que nunca sería.
Maddy lo había dicho. Se quedarían en los diecisiete para siempre. La idea podía tener su atractivo para las mamis objeto de los reality showsque se pasaban la vida entre inyecciones de Botox, liposucciones, implantes y desintoxicaciones para competir en secreto por los novios de sus hijas, pero no para Charlotte, a quien la idea le resultaba cada vez más deprimente. Había hecho todo lo que haría jamás, y si bien esperaba haber dejado su impronta, en pocos años la fotografía académica que adornaba el vestíbulo de Hawthorne empezaría a amarillear y a difuminarse, tanto como el recuerdo de ella.
Charlotte decidió, no obstante, que sí importaba. Esos dos años podían no significar nada en el marco de la historia, pero habían sido importantes para quienes los vivieron. Eran cuanto tuvieron. Que llenaran ese tiempo de felicidad o desdicha resultaba irrelevante. Habían vivido para experimentarlo.
Al final, todos salvo unos pocos, muy pocos, acaban siendo olvidados, y Charlotte arrancaba con tremenda desventaja. Diecisiete años no es que fueran muchos para cimentar un legado, y mucho menos después de haber tenido una vida como la suya. Mientras seguía dándole vueltas en la cabeza a tan sombrío cálculo, se miró la manga y se dio cuenta de lo peor, de lo más horrible que tenía ser eternamente joven: vestiría la misma ropa para siempre.
La superficialidad de este pensamiento le recordó a las Wendys, y su deseo de estar viva la sacó de quicio tanto o más que un correo electrónico de una ex amiga.


Charlotte se quitó los zapatos de mala manera tan pronto como entró en el apartamento, Pero el
hecho de estar en casa no obró el efecto relajante que esperaba. Era algo más que su antigua vida lo que ahora la atosigaba.
Después de todo lo que había hecho por los chicos y chicas de Muertología, de lo
mucho que había cambiado como persona, no acababa de entender por qué se seguía sintiendo tan excluida. Tan sola.
Maddy tenía razón, conjeturó, aun cuando no se lo hubiese dicho nunca a las claras. Charlotte volvía a tener un papel secundario, por no decir algo peor. Lo único que recibía ya de ellos eran gestos de lo ocupados que estaban. Sabía que andaban muy liados con todo el rollo ese de volver a reunirse con sus seres queridos y demás, y que las chicas en particular no miraban con buenos ojos su amistad con Maddy, pero ¿a quién tenía sino a ella? Además, al principio Scarlet tampoco es que hubiese sido de la devoción de Prue, recordó Charlotte, y Pam no había tenido reparo en darle la espalda por lo del episodio con la señorita Wacksel. Quizá estaban todos mostrándose tal cual eran, ahora que ya no la necesitaban más.
Charlotte se metió a rastras en su litera y continuó compadeciéndose de sí misma. En ese instante entró Maddy con aspecto acalorado.


Charlotte se pasó un día más sin apartar la vista del teléfono de su mesa, tratando a la vez de abstraerse del parloteo de los demás becarios. Ni siquiera podía escabullirse con la maldita videocámara constantemente fija en ella y el señor Markov paseándose por allí sin cesar como una especie de carcelero sobrenatural. Las llamadas de Kim eran las más fastidiosas y las más difíciles de ignorar.
A ella también le encantaba hablar por teléfono: no iban por ahí los tiros. Lo que pasaba es que Kim estaba tan... segura de sí misma. Tan segura sobre qué estaba bien y qué estaba mal.
Charlotte ya lo había notado en el Baile de Otoño, justo antes de pasar todos al otro lado. Tal vez fuera ésa la razón de que no recibiera llamadas. ¿Cómo vas a ayudar a nadie si tu propia materia gris es una gran maraña gris?


Trató de vencer tan profundas ideas tapándose los oídos. Esta experiencia, pensó, hacía que se sintiera como un ratón atrapado en un laberinto, salvo que aquí no había un pedazo de queso que la guiase hasta la meta. Había perdido la vida, a sus amigos, su futuro, y ahora es posible que también la cabeza. Estaba atrapada en un estado de pubertad perpetua y en el interior de la misma ropa para siempr, y ¿qué obtenía a cambio de tanto sacrificio? La oportunidad de ayudar a otras personas, quizá, ¡si es que su teléfono sonaba, aunque fuera una vez!
Levantó la vista hacia la lente de la cámara y articuló despacio:
-¡AYÚDAME!


Los pies de Damen rebotaban con nerviosismo contra el suelo mientras permanecía sentado en silencio en la serena habitación del hospital, colocado a mitad de camino entre Petula y Scarlet. Posiblemente por primera vez en su vida sentía que las cosas no estaban bajo su control, no sólo las circunstancias sino también él mismo. Después de todo, se ufanaba de ser un atleta disciplinado, decidido y optimista. Era un ganador en el deporte y en la vida y tenía pruebas que así lo demostraban. Jamás daba nada por perdido, aunque fuera inevitable; así de fuerte era su fe en sí mismo y en el poder del pensamiento positivo. Los funestos pensamientos y la creciente desesperanza de la situación, sin embargo, eran territorio inexplorado para él, tanto mental como emocionalmente. Sobre todo emocionalmente.

Scarlet no tenía ni idea de dónde podría encontrar a Charlotte, pero se sintió atraída, casi como una paloma mensajera, de regreso a Hawthorne High. De regreso a Muertología. ¿La razón? Una incógnita. Todos se habían ido, que ella supiera. Graduado. ¿A cuento de qué presentarse en un aula vacía? Pero algo tiraba de ella y siguió su instinto de vuelta al instituto.
Mientras se internaba flotando en el edificio pensó en Petula por un segundo, en lo extraño que se le había hecho regresar a un lugar conocido y no encontrar ni una sola cara conocida. Y otro tanto de Charlotte.¿No era espeluznante llegar a un sitio nuevo, ser el nuevo del lugar?
Conforme recorría planeando el largo pasillo, vio que se confirmaban sus peores
miedos. El instituto estaba aparentemente vacío, pero antes de que el desaliento la
venciera por completo, oyó voces a lo lejos. Enfiló hacia el sonido y, en efecto, divisó una luz que emanaba de la última aula. Se detuvo junto a la puerta y espió el interior a través de la ventanilla.
“Tiene que ser aquí- pensó Scarlet-. Muertología”.
Volvió a asomarse, de forma más prolongada esta vez, con la esperanza de divisar a
Charlotte o a alguien conocido.

-Pasa, pasa, quienquiera que seas- dijo la señorita Pierce alegremente.

Scarlet alargó la mando hacia el pulido pomo de latón y, no sin cierto esfuerzo, lo hizo girar hasta que cedió el cierre y consiguió abrir la pesada puerta.

La señorita Pierce era una mujer dulce de edad intermedia: de aspecto agradable con unas pocas arrugas y una voz firme pero amable. Llevaba el pelo recogido en un moño prendido con un lápiz del dos, y lucía una elegante blusa de seda de manga larga conjuntada con una falda de lana de corte conservador. Parecía salida de una época en la que una persona de cincuenta años podía pasar por una de treinta y viceversa. Y a Scarlet se le ocurrió que hacía mucho de esas épocas. Se sintió mal por no tener una manzana que dejar sobre la mesa de la señorita Pierce.

-Bienvenida. Te estábamos esperando, pero…- tartamudeó la señorita Pierce-. Me temo que no sé tu nombre, señorita.

-Eh, Scarlet, Scarlet Kensington, señora- contestó en un tono respetuoso desconocido en ella-. Pero no creo que m esperaran a mí.

-Pues claro que sí, Scarlet- le aseguró la señorita Pierce, haciendo énfasis en su nombre como para que se le quedara grabado en la memoria-. Y ahí tienes tu sitio, el último pupitre libre, al fondo.

Scarlet intuyó el malentendido, pero antes de que pudiera decir esta boca es mía, la señorita Pierce le entregó un libro de texto, la cogió del brazo y la acompañó medio camino en dirección a su asiento. Conforme avanzaba entre las mesas, Scarlet iba mirando a izquierda y derecha y descubrió que no reconocía a nadie. No era buena señal. Sin embargo, en lugar de protestar, decidió ser paciente y aguardar a que la clase hubiera concluido para hablarle a la señorita Pierce de su dilema. Pensó que no había por qué hacer pensar a los chicos y chicas muertos de verdad que se creía mejor que ellos o algo por el estilo.

-Muy bien- continuó la señorita Pierce-, ahora que por fin estamos todos los que somos, revisaremos la película de orientación por última vez. Podéis seguir el texto en vuestros manuales de la Guía del Muerto Perfecto.

Se atenuó la luz y Scarlet se dedicó a ver la película por el rabillo de un ojo y a
escudriñar a sus compañeros de clase con el otro. Comprobó que definitivamente no reconocía a ninguno.

Al fin de pasar el tiempo, se entretuvo echando un vistazo a los nombres que, inscritos en etiquetas identificativos prendidas al dedo gordo del pie de sus compañeros, alcanzaba a leer bajo el tenue resplandor del proyector. Estaban Polly, Tilly, Bianca y Andy, por nombrar unos pocos. Justo cuando Scarlet empezaba a especular sobre el cómo de la muerte de cada uno de ella, Gary le ahorró el trabajo susurrándole inesperadamente al oído:
-Ése es A.D.D² Andy, un skater que intentó deslizarse sobre el borde de la cuba de una hormiguera con el eje trasero del monopatín- informó Gary-. Lamentablemente, la hormiguera se puso en marcha y Gary pasó a formar parte de la acera.
-Tonto del culo- dijo Scarlet en un tono endiablado.
-Sí, ya, pero consiguió un montón de visitas en Youtube- dijo Gary tratando de ser positivo.
-¿Y Tilly?- preguntó Scarlet haciendo un ademán hacia la chica en cuestión.
-No lo preguntarías si estuvieran las luces encendidas- dijo Gary con una sonrisa-.
Tanning Tilly se frió en una camilla de bronceado. La chica era una auténtica adicta a los rayos UVA. Demasiado avariciosa con las bombillas.

Una vez informada sobre sus compañeros de clase, Scarlet concentró su atención en la pantalla. En ese momento, la película mostraba a Butch y Billy recibiendo lecciones sobre cómo empezar adecuadamente las “habilidades especiales”. Scarlet encontraba la película fascinante, a decir verdad, pero no dejaba de recordarse a sí misma que ella estaba allí sólo como oyente. Todo aquella historia era superflua, puesto que ella, en realidad, no estaba muerta.
Tras encender las luces, la señorita Pierce dio por finalizada la clase, pero permaneció sentada a su mesa. Scarlet observó cómo salían del aula los demás chicos y chicas y se acercó a la profesora para hablar con ella.

-¿Puedo ayudarte en algo, Scarlet?- se ofreció la señorita Pierce muy amablemente.

-Eso espero- dijo Scarlet muy seria-. Verá, éste no es el lugar que me corresponde.

-Todos pensamos lo mismo al principio, querida- dijo la señorita Pierce-. Ya te acostumbrarás.

-Yo no quiero acostumbrarme..- Scarlet se contuvo-. Lo que quería decir es que yo no soy como usted y los demás.

-¿A qué te refieres, Scarlet?- preguntó la profesora, picada por la curiosidad.
-Yo no estoy muerta, señora- dijo Scarlet-. Aún.
La señorita Pierce recibió sus palabras con cierto escepticismo, pero al echar un vistazo a su relación de alumnos no pudo encontrar el nombre de Scarlet. Siguió escuchando, ahora con más atención.
-Y entonces ¿Por qué estás aquí?- dijo la señorita Pierce-. No es que se cuente precisamente entre las prioridades de un adolescente.
-Busco a alguien que sí está muerto- respondió Scarlet-. Una chica, se llama Charlotte Usher.
-Pues lo siento, no está en esta clase- la informó la señorita Pierce, consultando de nuevo su lista de asistencia-. Francamente, no tengo ni idea de cómo podrías dar con ella.
-No es que entienda muy bien cómo funciona toda esta historia, pero sé que se graduó.
-Pues ésa es la cuestión, señorita Kensington- explicó la señorita Pierce-. Ninguno de
los que estamos aquí sabemos dónde está ese lugar, pero todos estamos deseando que se nos brinde la oportunidad de ser trasladado allí.
Algo en el tono de la voz de al señorita Pierce indicó a Scarlet que ésta había albergado la esperanza de que la nueva alumna fuera quien les conduciría hasta el otro lado.

Scarlet entró en Hawthone Manor igual que cualquier otro día de trabajo, pero en esta ocasión tenía acceso especial a la residencia propiamente dicha. Era majestuosa y hermosa, tal y como la recordaba de la primera vez. Atravesó las enormes puertas de madera y cruzó el vestíbulo de mármol, orgullosa de haber colaborado en su día a preservar un lugar tan excepcional. Allí no había nadie, que ella supiera. Caminó hacia la fabulosa escalera y ascendió a las habitaciones, echando miradas furtivas por encima del hombro durante todo el camino, en anticipación de los furiosos y resentidos fantasmas que tal vez moraban ahora aquí. Mientras recorría el pasillo reparó en que todas las puertas luían placas rotuladas, luego llegó al antiguo dormitorio de Charlotte, que, por fortuna, parecía desocupado. Se le hizo raro atravesar la puerta, puesto que la última vez había entrado nada menos que flotando por la enorme vidriera. Pasó el dedo por la reprisa de la chimenea y pensó en Charlotte y en todo lo ocurrido. Pensó también en Damen y se preguntó si seguiría revoloteando alrededor de Petula en la habitación del hospital, o si habría encontrado un minuto para derramar unas lágrimas por ella, acariciar su mano y pedirle también a ella que regresara del borde del abismo. De improviso, no obstante, Scarlet se encontró pensando sobre todo en Petula y en cómo la iba a salvar. En ese momento, oyó unos golpecitos en la puerta del dormitorio.

-¿Scarlet?- susurró una voz.


Scarlet se acurrucó bajo las pesadas sábanas de la acogedora cama con dosel y acababa de quedarse dormida cuando sus ojos se abrieron de nuevo, espoleados por la luz de la luna que ascendía, como un falso amanecer, por la vidriera de colores. Su mala conciencia tampoco es que la estuviera ayudando mucho, y ya se había vuelto completamente inmune a sus cánticos chinos para dormir.

La posibilidad de conseguir dar una cabezada le pareció cada vez más remota, de modo que se retrotrajo al momento de su partida y empezó a darle vueltas a su impulsiva decisión. ¿No habría sido más útil echar una mano en el hospital en lugar de merodear a la caza y captura entre dos mundos? ¿Y la preocupación que le estaría causando a su madre? ¿Y a Damen? Al apartar la vista de la gélida mirada de la luna, reparó en el viejo manual de la Guía del Muerto Perfecto de Charlotte, que reposaba sobre la mesilla de noche, junto a la cama. Recordó que el manual de Charlotte era diferente de los demás. Más antiguo, si no recordaba mal. Sacó el manual que le habían dado de debajo de la manta y se puso a pasar hojas, comparando páginas y capítulos. Se cruzó con el dedicado a la posesión en el libro de Charlotte, que no parecía en el suyo.
-Esto ya lo tengo visto- dijo Scarlet, y pasó de largo el ritual.

Hojeó cada libro hasta el final, cotejándolos página por página, pero la única diferencia entre ambos era lo de la posesión, aparentemente. Hasta que llegó a la última página. Parecía más un formulario o una solicitud que un texto en sí. Fácil de pasar por alto, a no ser que uno lo estuviera buscando a propósito.

La cabecera de la página decía así: DECISIÓN ANTICIPADA.




Comentario: bueno pues a lo que lei me di cuenta de que Petula no se ha dado cuenta de la realidad en la que esta, ya que sigue de inmadura y por supuesto de egocéntrica y vanidosa, pero bien sabemos que tarde o que temprano se dará cuenta de sus errores y es ahí cuando va a sufrir. Y pues volviendo al apartado de Charlotte , pues como lo dije desde un principio, creo yo siempre le va a costar a Charlotte su muerte a si pase miles de años, lo recuerdos y sus experiencia bien o mal vividas estarán ahí como una espina clavada en su corazón, ahí tenemos un ejemplo, el tener siempre la misma ropa , los mismos zapatos y no podérselos cambiar tal vez es algo muy difícil aunque son cosas materiales pero terminan doliendo no cree!

sábado, 3 de abril de 2010

omega 2 al la 13

Omega archivo 349 Londres, Inglaterra

En los primeros años Hawker y jude viajado mucho.Bruselas, Estrasburgo, Roma, Nueva Delhi, Washington ...Norte de África, América del Sur, Australia ... sin hogar, sin familia, sólo trabajo.

Ellos trabajaban para él. Fue llamado Arla. Nadie knen su verdadero nombre, o mucho de él.

Algunos tristes fue letón, otros dicen que era de otro planeta. Siempre daba los puestos de trabajo duro para vendedores ambulantes y Judas. Los puestos de trabajo con preguntas, pero no muchas respuestas. Los archivos de omega.Cuando los conocí, muchos años después, vendedores ambulantes y Judas eran unos setenta años. Vivían en voz muy baja, en una casita blanca en una isla griega. se fueron a pie, natación, pesca, se sentaron en el sol, y dormía mucho.al principio. no quería hablar sobre su trabajo.no podemos, dijo Jude. "Nuestro trabajo era secreto. Todo está en los archivos del gobierno. "y nadie puede leerlos. "Después de treinta años », le dije, 'la gente puede leer todos los archivos secretos del gobierno."No de estos archivos, Hawker dijo. Es un centenar de años antes de que la gente pueda leer los archivos EDI.Los miré.

-Pero yo no necesito leer el FLES, me dijo. “Puedo conseguir las historias de usted. "y lo hice.

Éstos son algunos de ellos...

No hay hombre joven en Londres callend cocinero Johnny, Arla, dijo. Q no! tener un hogar, pero él va todos los clubes Neary ninght. Los clubes de baile toda la noche para los jóvenes. Aquí está una fotografía de él. "Dejó la fotografía sobre la mesa, y Judas y Hawker miró.¿Y? " Hawker dijo.Él quiere vender una historia a un periódico, Arla, dijo.Algunos historia sobre un medicamento le compny.Find. Habla con él. ¿Cuál es su historia? Quiero saber. "Jude y tomó un avión Hawker tarde de Bruselas a Londres, y luego fueron a un hotel.¿Qué vas a usar esta noche? dijo Jude. no esos pantalones vaqueros viejos, por favor!¿Qué pasa con ellos? Hawker dijo. Vamos clubbing, no fuera a la cena en el Hotel Ritz.Pues bien, llevar una camiseta diferente, entonces. Ese es sucia ",'¡Piérdete! " dijo JudeLa cena han, veían la televisión durante una hora o dos, y luego salió. Era una noche cálida, que un poco de lluvia de vez en cuando.Tiempo Londres, "dijo Hawker.Ellos encontraron un taxi un piloto joven, y consiguió pulgFueron a? dijo el conductor.Queremos ir a bailar ", dijo Jude. "Se es el mejor lugar esta semana? ¿Sabe usted?el conductor de Bruno, dijo. 'o de Gracia, junto al río. Todo el mundo va allí esta semana. "'Está bien, vamos! " dijo Hawker.Encontraron Johnny Cook en un club de tercera, llamada Monty.Eran las dos de la mañana."Es él, está bien," dijo Hawker. "Miren a su oído.

Cocinero Johnny era alto y delgado, con pelo largo amarillo y negro dos pendientes en la oreja izquierda.johnny! cocinero Johnny! “gritó Jude sddenly. Ella corrió y puso los brazos alrededor del cuello de su Johnny cocinero. -Hola, Johnny! Te acuerdas de mí-Jude. Nos reunimos la semana pasada, en el de García, que remembre? oh, este es mi amigo Hawker."Hola, Johny. Un placer conocerte-dijo Haker.-Hola-dijo Johnny cocinar. Miró a Jude. «¿Se nos reunimos en
García?""Por supuesto que hicimos", se rió Jude. "Yo estaba con Sara y Patti y los otros, ¿te acuerdas?"Oh. Sí, "dijo Johnny. 'Recuerdo'. Miró a su alrededor. "Ellos están aquí esta noche?"'No, es sólo a mí y esta noche Hawker-dijo Jude.«Venid, vamos a bailar."Bailaron durante dos horas. Luego se fueron con alrededor de otras diez personas, y atravesó el río a un nuevo club.

La música no era más fuerte y el baile era muy rápido. Después de dos horas más de vendedores ambulantes bailando estaba caliente, cansado y sediento.Me estoy haciendo viejo, le dijo a Judas.

No estas personas nunca van a la cama?Sólo tienes veinticinco! Dijo Judas. Eso no es vieja.Y
usted no puede parar todavía. Se está poniendo muy fácil ahora, y podemos llevarlo hasta el desayuno del pronto.

En el reloj o siete, el club privado, y Judas y Hawker tomó Johnny de regreso a su hotel.Judas levantó el teléfono y pidió que gran desayuno en la habitaciónHawker quitó los zapatos. Ah eso es mejor, dijo.Miró a Johnny. ¿Con qué frecuencia ir a bailar, Johnny? ¿Y qué haces en el día?No mucho. El sueño, por lo general. Yo ir a bailar por las noches
¿Dónde vive usted? Hawker preguntó.En las calles, dijo Johnny. Cuando yo soy rico, me voy a tomar un barco y vivir de eso.Rich? Judas dijo. Oh, sí, todos queremos ser ricos!Pero yo voy a ser rico, dijo Johnny. Yo tengo una buena historia, ¿ves? Se echó a reír. Voy a venderla. Un periódico quiere darme 100.000 euros por ello. Me dieron 1.000 mes pasado, y me voy a poner la otra 99.000 muy pronto.Gran! Dijo Judas. Entonces, ¿qué es la historia entonces, Johnny?


Tiene poco más de café, y nos dicen todo.Bueno, usted, conozca la Compañía Farmacéutica Tyler? Johnny comenzó. Ellos hacen las drogas y medicamentos.Sí, vendedor ambulante, dijo. Es una muy una empresa europea muy grande.Tienen oficinas en todas las grandes ciudades.

Sí, es cierto, dijo Johnny. Bueno, están teniendo los jóvenes de las calles, y utilizarlos para la prueba.Jude se echó a reír. Nadie va a creer eso! Ella dijo. Las compañías farmacéuticas utilizan animales, no personas, para su prueba. Algunos nuevos medicamentos puede ser muy peligroso al principio.Nadie quiere que la gente a morir de un nuevo medicamento!¡Es cierto! Johnny dijo enojado. Piensa en ello. Todos aquellos jóvenes sin hogar en Londres. Duermen cada noche un tiempo el Strand, y otras calles. Nadie quiere saber, nadie hará preguntas acerca de ellos.

No tienen casa, ni familia, nada.Pero tienen piernas Hawker dijo. Pueden huir.Tú no lo entiendes,
dijo Johnny. Escuchar. Lo sé porque yo estuve ahí! Yo vivo una calle ¿no?Y una noche a lo largo del capítulo, vinieron y me llevaron y otras personas - un niño y dos niñas. Ellos querían que nos ayude, dijeron. Comida caliente, cómodas camas, ropa nueva - ¡todo! Nos llevaron a esta casa grande -¿Dónde? Said HawkerNo estoy diciendo que dijo Johnny.¿Y qué pasó? Preguntado Jude

Nos dieron comida y ropa nueva, y camas donde dormir, todos los derechos. Pero no podíamos salir de la casa, y los hombres de bata blanca nos miraban todo el tiempo. Y pusieron las drogas en nuestra comida.¿Cómo sabes que «Hawker pidió?Me sentí enfermo. Mis ojos se fue extraño, y yo no podía ver muy bien. Y una de las chicas-se puso muy mal una noche. Ella gritó y gritó, y entraron los hombres de bata blanca. Yo estaba en la habitación de al lado y he escuchado a través de la pared. Esto es muy extraño, uno de los hombres dijo.

Había 20 gramos de Coplas en su cena esta noche. ¿Era demasiado, qué te parece? "" No sé ", dijo un segundo hombre." No queremos a matarla. Tratemos de 20 gramos de nuevo mañana, en esta niña y en uno de los chicos. No podemos dejar esta prueba ahora. Debemos obtener respuestas quickliy ". Affter que se hablaba más en silencio, y yo no podía oír. Pero yo no comían más en esa casa, ya la noche siguiente me metí en una oficina de planta baja y tomó unos papeles.

Entonces salió de la casa y echó a correr rápido.´

Qué papeles? dijo Hawker. Documentos con el nombre de Tyler Compañía Farmacéutica en ellos.

¿Y dónde están esos papeles ahora? preguntó Judas. Eso es mi secreto, dijo Johnny. Cuando el periódico me da el dinero, yo voy a decirles. Pero yo no voy a decir.

Al día siguiente, Judas y Hwker voló de regreso a Bruselas y fue a la oficina s de Arla. Arla escuchó la historia de Jonny de Cook, pero no dijo nada. Entonces, ¿qué hacemos ahora? Judas dijo. ¿Buscamos esta casa grande y. Arla cogió su teléfono. Vuelve dentro de una hora, dijo.

Obtener una oficina o algo así.
Una hora más tarde y cafés theree volvieron. OK, dijo Arla. Puedes olvidarte de todo esto. Historia de Cook no es cierto. Judas lo miró fijamente. ¿Quién te dijo eso? , dijo.
Quiero hablar con Johnny Cook de nuevo, dijo Hawker. No puedes, dijo que Arla. Él 's muertos.


Hawker miró a Judas, y luego a Arla. Él fue ayer, dijo Hawker.

Bueno, él no está vivo hoy. Salió de un club en hay de esta mañana y cayó en el río Támesis. Cuando lo sacaron, estaba muerto. Pero, Judas comenzó. Olvídalo, Judas. El archivo está cerrado.


Y es que el final de la misma? -Pregunté, cuando Judas y Hawker terminó de contar la historia. Sí, dijo Hawker. Arla nunca habló de ello de nuevo. ¿Y creemos la historia de Johnny acerca de la compañía de drogas? Le pregunté.

Antes de que una empresa puede vender un medicamento nuevo para las personas, dijo Hawker, hay años de pruebas. Ellos hacen las pruebas con animales, por supuesto. Sin embargo, ellos aprenden mucho más rápido de los ensayos en personas. Hay un montón de compañías farmacéuticas, y cada compañía quiere ser el primero con un medicamento nuevo. Unos cinco años más tarde, dijo Judas, la Drug Tyler.

Company comenzó a vender un nuevo medicamento, llamado Coplastin. Era una medicina para evitar que algunos tipos de cáncer, y funcionó. Everbody lo quería. La compañía hizo un montón de dinero-por lo que el gobierno tiene un montón de dinero de la compañía en impuestos. Los gobiernos como las empresas ricas y grandes, los impuestos grasa. No están muy interesados en los jóvenes sin hogar durmiendo en las calles.

Así que la historia de Johnny Cook era cierto, le dije. Y no cayó en el río, alguien lo empujó. Por supuesto que lo empujó, dijo Jude. Los muertos no pueden hablar, ¿no?

Quiero que tome el próximo vuelo a Escocia, dijo que Arla. A continuación, obtenga hasta Loch Ness. Oh, bien, dijo Hawker. ¿Estamos buscando el monstruo del Lago Ness Nessie de edad? Judas se echó a reír. No te rías, dijo Arla. ¿Está buscando un monstruo?.
Oh, vamos, Arla, dijo Judas. No quiero decir eso. Esta foto llegó por correo electrónico de Edimburgo, dijo que Arla. Mira... Se volvió hacia su equipo y abrió un expediente. Es una foto nocturna y no muy bueno.

Hawker y Judas se quedó mirando la foto en la pantalla del ordenador. Se podía ver el agua, y algo grande y gris, la mitad fuera del agua. Tiene los brazos y una cabeza, dijo Hawker. Pero ¿qué es?

Mata ovejas, gatos y perros, Arla, dijo. Y quizás los niños pequeños al lado. La gente en Fort Augustus están gritando en Londres, y Londres está gritando en nosotros. Ir a buscarla. ¿Qué hacemos con él cuando lo encontramos? preguntó Judas.

domingo, 28 de marzo de 2010

4,5 y 6

Petula seguía tumbada en la misma camilla en la que la habían colocado los ATS,
desnuda bajo uno de esos camisones blancos de hospital, de talla única y abiertos por la espalda. Scarlet la había acompañado en la ambulancia, evitando las miradas que la acusaban de SPM -Sospechosa de Parricidio Meditado- a la vez que observaba con nerviosismo cómo los técnicos comprobaban sus constantes vitales y trataban de estabilizarla. Tras entrar por la puerta de Urgencias sobre su camilla de ruedas, habían conducido a Petula hasta una sala de observación aislada, apartada del resto de los pacientes que estaban siendo tratados en las salas de Urgencias.

- ¿Qué es, doctora? -rogó Scarlet, inclinándose sobre el cuerpo inerte de Petula.

- De momento, no tengo ni idea -contestó la doctora Patrick-. De lo único que estamos seguros es de que tiene fiebre y no responde a los estímulos. Clínicamente está en coma.

- ¿Está tomando alguna medicación? -continuó la doctora a la vez que procedía a examinar a Petula.

- Pues no de forma regular, no -respondió Wendy Thomas por iniciativa propia.

- No, claro que no -soltó Scarlet al tiempo que se plantaba junto a su madre como una tigresa defendiendo a sus crías-. Esta sala está reservada sólo a la familia, ¿verdad?

- Somos más hermanas suyas que tú Harlot³ -añadió Wendy Anderson. Aquello le dolió porque Scarlet sospechaba que, ya fuese para bien o para mal, era muy probable que tuviese razón.

Kiki Kensington, la madre de Petula y Scarlet, las mandó callar con un movimiento de la mano. La cosa era seria y enseguida quedó patente de quién había heredado Petula y Scarlet su talante brusco, poco dado a andarse con tonterías.

Scarlet puso los ojos en blanco y silenció a las Wendys con una mirada capaz de derretir los polos más rápido que el calentamiento global. No estaba por la labor de dejar que aquellas maliciosas descerebradas extendiesen por Hawthorne el rumor de un posible embarazo de las proporciones del atribuido a la princesa Diana estando Petula como estaba, fuera de combate y completamente indefensa.

- Lo siento, pero es algo que debemos preguntar a todas las mujeres en edad de procrear antes de administrar cualquier tipo de tratamiento o medicación -añadió la doctora Patrick amablemente en consideración hacia la señora Kensington-. Es el protocolo. De todas formas, lo confirmaremos con un análisis de sangre. ¿Por qué no salen todas y descansan un poco? Es posible que no tengamos los resultados hasta dentro de unas horas. Las llamaremos si se produce algún cambio.

La señora Kensington salió para llamar a su ex marido, con Scarlet pisándole los
talones. Scarlet la observó teclear el número, y se quedó un tanto sorprendida. Ni
siquiera sabía que su madre conservase aún su número de teléfono. La tragedia y la
enfermedad tienen una extraña manera de volver a unir a las personas, pensó. Incluso a ex parejas mal avenidas.

Por algún motivo, escuchar aquella conversación hizo que pensara en Charlotte y la
fotografía del acto conmemorativo que apareció en el periódico del instituto. Recordaba perfectamente que en ella no había nadie de la familia de Charlotte. ¿Es que no tenía a nadie que la echara de menos?, recordó que había pensado mientras tecleaba la necrológica. ¿Es que no le importaba a nadie?

Scarlet le dio un abrazo a su madre y se dirigió hacia el ascensor mientras trataba de
localizar a Damen en el móvil.

Las Wendys intercambiaron miradas e inmediatamente sacaron sus iPhones. Acto
seguido, emprendieron una sesión de fotos improvisada para el Facebook, posando
junto al cuerpo inconsciente de Petula. Wendy Anderson ladeó la cabeza de Petula para pegarla a la suya mientras Wendy Thomas se subía a una silla, a fin de obtener la mejor perspectiva aérea posible, y hacía las fotografías.

- No veas la de visitas que vamos a tener. ¿Envía aviso de que hemos agregado nuevas fotos! -exclamó Wendy Thomas mientras agitaban insensiblemente sus PDAs en el aire, apuntando a diestro y siniestro, como linternas en una cueva oscura, tratando de dar con una señal Wifi para así poder colgar el nuevo contenido.


Las Wendys consiguieron las visitas que andaban buscando, y a resultas de ello se
propagó casi al instante la noticia de que Petula estaba hospitalizada. Los chicos de su clase partieron en peregrinación hacia el hospital tan pronto como la página web de las Wendys se cayó por exceso de visitas. No es que quisieran interesarse por su estado o prsentarle sus respetos, no; fueron hasta allí para ver con sus propios ojos a Petula Kensington, inconsciente, en la cama, y prácticamente desnuda. Era un sueño colectivo hecho realidad.


Scarlet no esperó a que llegara el ascensor, en su lugar subió corriendo cuatro tramos de escaleras y llegó arriba en cuestión de segundos.
¿No pueden poner una bombilla menos potente en este cacharro? -preguntó Wendy Thomas a la enfermera, que en ese momento comprobaba el historial de Petula sosteniendo en alto la lámpara-. ¡Da muchísima luz y hace que se le vean unos poros enorme!

Scarlet y su madre pasaron al interior de la habitación cogidas de la mano, para afrontar unidas cualesquiera que fueran las noticias que tenían que darles. La doctora Patrick entró justo detrás de ellas. Abordó el asunto inmediatamente, utilizando ese tono flemático al que de costumbre recurren los médicos cuando las noticias no son buenas.

- Los resultados de la analítica nos han permitido descartar varias cosas, entre ellas un pequeño quiste de ovario que pensamos que podría haberse roto y causado una infección.

-¿Un quiste? ¡Mi abuela tuvo un quiste y tenía dientes! No dientes normales, no,
¡muelas! -dijo Wendy Anderson haciendo auténticos esfuerzos por no echar la primera papilla. Con todo, si Petula tenía un quiste, ellas en secreto también querían uno.

- No obstante, el recuento de glóbulos blancos es alarmantemente elevado y tiene muchísima fiebre -farfulló la doctora Patrick, descartando y tendiendo en cuenta enfermedades, mientras examinaba a Petula a conciencia-. Esta reacción tan aguda tendría que deberse a una causa reciente…

Conforme hablaba, la doctora Patrick retiró la sábana un poco más, de forma que los pies de Petula quedaron al descubierto.

Observó intimidada a su hermana, parcialmente expuesta,
mientras la toqueteaban aquí y allá como a un cadáver en unas prácticas de la Facultad de Medicina, despojada de su esmalte de uñas y de toda dignidad.

- ¡Aquí está! -dijo la doctora señalando su uña.

- Ah-oh… -las Wendys, Scarlet y Kiki tragaron saliva a un tiempo.

- Su hija a contraído una enfermedad por estafilococo -la doctora Patrcik entornó los ojos y se inclinó para mirar de cerca el dedo gordo de uno de los pies de Petula-, en su última pedicura.

- ¿No estaba borracha? -preguntó Scarlet.

- No, estaba perdiendo el conocimiento, y si no llegas a traerla aquí de inmediato, es posible que no lo hubiese contado -dijo la doctora Patrick acomodándose los largos mechones rubio ceniza del flequillo detrás de la oreja-. ¿Ven ese pequeño corte en el dedo?, pues ese es el foco de la infección -dijo la doctora Patrick-. Esos salones de belleza no son nada seguros, por no decir que nada higiénicos.

- ¿Se recuperará? -preguntó la señora K, obviando por completo los ridículos
comentarios de las Wendys.

- Lo sabemos en las próximas veinticuatro horas -respondió la señora Patrick,
ordenando a la enfermera que le triplicara a Petula la dosis de antibiótico.

Scarlet se giró y advirtió el gesto de “preocupación” en el rostro de las Wendys cuando le abrieron otra vía a la paciente, pero sospechó que estaban felices de poder formar parte de una situación tan dramática. Estar tan cerca de Petula en el que quizá podría ser el momento de su muerte las convertía en firmes candidatas para heredar su posición, su “mismidad.

Las Wendys salieron de la habitación, y una vez fuera se agruparon al instante,
discutiendo sobre imaginarios planes de funeral y sobre dónde comprarían sus trajes de luto de alta costura.

- Cada uno expresa su dolor a su manera -comentó la doctora después de que hubieran salido.
Scarlet rodeó a su madre con los brazos.

- De hecho, se trata del momento más crítico. Lo único que podemos hacer es esperar -dijo la doctora Patrick, haciendo que la señora K prorrumpiera en llanto. Scarlet se propuso no moverse de allí para que su madre alguien en quien apoyarse, pero ¿en quién iba a apoyarse ella? Damen seguía desconectado, de todas las formas imaginables.

Al llegar al hospital entró con él a la habitación y lo colgó donde Petula pudiera “verlo”, tal y como su madre le había pedido. Tal vez no surtiera ningún efecto en el estado actual de Petula, pero verlo allí sin lugar a dudas hizo que Scarlet se sintiera menor. Agotada, se desplomó en la silla, se quitó su trenza rockabilly, la lió en forma de almohada y poco a poco concilió el sueño.

Un arrastre de pies la despertó de repente. Eran demasiado pesados para que
perteneciesen a las enfermeras o las auxiliares, pensó. Abrió los ojos y trató de enfocar la mirada.
- ¿Dónde te habías metido? -preguntó Scarlet, incorporando la cabeza del sillón
reclinable de scay verde oliva. Se puso de pie y se acercó a aquella figura conocida que ocupaba el umbral.

- ¿Por qué dices eso? -dijo Damen en voz baja, abrazándola tan fuerte que casi la hizo olvidar sus
penas-. Acabo de llegar a la ciudad y me he venido corriendo para acá. Scarlet no estaba muy segura de si todo era un sueño o no, pero, si lo era, le encantaba.

Pero Scarlet tenía semejante expresión de angustia que Damen concluyó que la respuesta a aquella pregunta en concreto no tenía la menor importancia.

- No te llamé porque estaba empollando para un examen -explicó-. Y -hizo una pausaporque iba a venir de todas formas.

- ¿Qué ibas a venir? -preguntó ella.

- Para el Baile de Bienvenida, era una sorpresa -dijo Damen mientras volvía a
estrecharla entre sus brazos-. Ya sé que no va demasiado contigo, pero te echaba mucho de menos.

Era la primera vez que Scarlet pronunciaba en voz alta su preocupación por el estado de Petula, y el solo hecho de que tan inopinada confesión hubiese brotado de su boca la asustó. Él tiró de ella hacia sí una vez más, le apartó el pelo de sus ojos agotados y, pasado minuto entraron a la habitación.

Damen descorrió la cortina azul y miró Petula -la examinó de arriba abajo, más bien-. Scarlet observó cada uno de sus movimientos buscando algún indicio DE pasión renacida. Desde el Baile de Otoño del año anterior, cuando ella había perdido los nervios. En cierto modo, se había preparado para verla en el Baile de Bienvenida.


Pero verla de aquel modo le resultó triste. Petula era ante todo orgullosa , aunque probablemente no le hubiese importado mostrarse así de expuesta, era más que seguro que le irritaría encontrarse tan disponible.

No puedo quedarme mirándola en este estado y no hacer nada -dijo Scarlet, llegando finalmente al límite de lo que podía soportar.

-Lo sé -trató de reconfortarla Damen.
No, en serio, no pienso quedarme sentada sin hacer nada -dijo Scarlet, rechazando su compasión.
-Tal vez deberías irte a casa y descansar un poco -dijo Damen con dulzura, intuyendo que ella estaba a puntode perder los nervios -. Yo me quedaré.

-No me digas -masculló Scarlet.

-Pero ¿qué pasa contigo? -preguntó Damen.

-Estos médicos no están haciendo nada de nada -dijo Scarlet, tan frustrada como celosa

-. Pero he estado pensando…

-Oh-oh -dijo Damen, reaccionando a la expresión de seriedad en el rostro de Scarlet.

-Puede que conozca la forma de ayudarla -dijo-. Es más quizá yo sea la única persona que pueda.

-¿Y cómo te propones hacerlo? -a Damen le ponía nervioso pensar en lo que Scarlet pudiera tener en mente -. Cuenta con los mejores médicos, especialistas y enfermeras, que hacen cuanto está en sus manos.

Scarlet se lo expuso a Damen.

-Si Petula no está aquí, ¿dónde está entonces? -preguntó.

-Pero sí que está aquí -Damen señaló la cama, tratando a Scarlet como si fuera una niña, o una lunática.

-No me refiero a su cuerpo, eso no es más que un caparazón -le amonestó Scarlet –

Damen se encogió los hombros, no del todo seguro de adónde quería ir ella a parar.

-Mira, ya sé que alma es una palabra que ninguno hemos utilizado jamás en la misma oración que Petula -reconoció Scarlet -, pero hasta ella tiene una.

Damen la cogió de los hombros y la obligó a darse la vuelta empleando más fuerza de la que jamás Scarlet había sentido que emplease con ella.

-No sé lo qué pasó entonces -dijo Damen, que a todas luces había borrado de su mene buena parte de lo sucedido aquella noche -. Pero fuera lo que fuese, se debió al azar. Algo que sólo ocurre una vez en la vida.

-¿Y si su espíritu está ya al otro lado y no es más que cuestión de tiempo que muera y su alma se separe por completo de su cuerpo? ¡Puede que hasta para acabar en el infierno, qué sé yo!

-Scarlet… -dijo Damen con voz suave.

-¿Y si ha entrado en un círculo vicioso? ¡Y si está esperando a que comprueben su
nombre en una maldita lista, y nosotros aquí sin hacer nada más mientras hacen leña con ella!

-Scarlet, necesitas tranquilizarte -dijo Damen, ahora con más contundencia.

-¿Y tú qué sabes lo que yo necesito? -le espetó Scarlet, sorprendiéndose a sí misma con lo que
acababa de soltar por la boca.

Damen se preocupo. Aquellos cambios de humor no eranpropios de ella y empezaba a pensar que tal vez estuviera al borde de un ataque de nervios.

-Lo siento -dijo Scarlet muy seria -. Sólo quiero ayudara Petula. Que sepamos, bien podría estar condenada.

Lo de Scarlet no era sólo teatro, pero tampoco estaba siendo honesta del todo, ni con Damen ni consigo misma. Ambos sabían que la vida de Petula no es que hubiese sido ejemplar que digamos y que las probabilidades de que la esperase un final feliz en laOtra Vida eran cundo menos escasas. Pero el desasosiego de Scarlet no se debía tanto a las deficiencias espirituales de Petula cuanto a su propio sentimiento de culpabilidad. En su mente, ella le había arrebatado a Damen. Y hasta cierto punto la hacía sentirse bien eso de ser ella la que ganase por una vez y que Petula se llevara las sobras. Pero la idea de no poder ya nunca arreglar las cosas entre ambas, pedir perdón, aun cuando en realidad no se arrepintiera de ello, antes de que Petula se fuese directa al infierno en un bolso extragrande, era insoportable.

-Eso no lo sabemos -la animó Damen.

-No, claro que no, pero conozco a alguien que es probable que sí lo sepa -dijo Scarlet, en parte esperanzada y en parte aterrada.

El armario era diminuto, ni mucho menos un armario ropero grande, que es lo que
Petula habría insistido que fuera, de haber estado consciente. Estaba atestado de toallas dobladas, mantas, guantes de látex, camisones abiertos por la espalda, cuñas, vaselina, pomadas de antibiótico triple, vendas y calzas de quirófano. Apenas había espacio para almacenar el material de hospital, y menos aún para dar cabida a Damen y Scarlet. Pero era la única habitación privada disponible.

A él le hubiese gustado más colarse en un baño para darse una rápida sesión de
achuchones, pero el romanticismo era en lo último en lo que podía pensar ahora, buen, casi en lo último. Al fin y al cabo era un tío.

-No te preocupes -susurró Scarlet con un tono muy convincente -. Sé lo que me hago.
qué vas a hacer, chocar los talones de tus Doc Martens tres veces o algo así? -nunca hasta entonces se había mostrado tan frágil ante ella -. Si algo saliera mal…

-¿Qué? -replicó Scarlet esperanzada, rompiendo su concentración por un instante nada más, y dándole pie a declararle su amor imperecedero.
Damen quería decir que la quería, que no podía vivir sin ella, pero de ningún modo podía ponerse en plan Casablanca con ella. Sería demasiado sensiblero, demasiado definitivo.

-¿Qué voy a decirle a tu madre? -le preguntó, en cambio, abrazándola fuerte.

-Dile que volveré -contesto Scarlet, tratando al mismo tiempo de convencerse a sí misma de que así sería.

-¿Prometido?
Aquellas no eran exactamente las palabras que esperaba escuchar, pero lo dicho dicho estaba. A Scarlet empezaban a flojearle las piernas y quería empezar con el conjuro antes de que el sentido común se apoderara de ella.

-¿Podrías, esto, esperar fuera? -le pidió Scarlet a Damen como disculpándose.

-Claro -accedió él nervioso -. Estaré aquí mismo.

Damen cerró la puerta y la sala se quedó a oscuras. Scarlet cerró los ojos yempezó a
hipnotizarse convenciéndose de que estaba con Charlotte. Pensó en su primer encuentro, recordando cada detalle: los vasos de precipitados, el polvo de tiza, Charlotte, el tacto de sus frágiles manos mientras recitaba el encantamiento con la respiración entrecortada. Y enseguida se encontró allí. En ese lugar, en ese preciso momento. Le asustó un poco, pero sentir la presencia de Charlotte tan vívidamente la calmó.

-Tú y yo, nuestras almas son tres -dijo entusiasmada.
Aguardó un instante -o así de deprisa le pareció que fue -y escuchó una voz, reverberando débilmente en la distancia.

-Yo y tú, nuestras almas son dos -susurró en un tono muy familiar.

-Somos yo -terminó Scarlet, y sus ojos se abrieron tanto como su boca.

Damen la oyó golpearse contra las estanterías, se precipitó al interior del almacén y
llegó a tiempo de cogerla antes de que se golpeara contra el suelo. Tenía losojos en
blanco, apenas respiraba y su piel estaba húmeda y fría. Era como si alguien acabase de desconectarla de la corriente.

Damen abrió rápidamente la puerta de un empujón y gritó pidiendo auxilio como si a Scarlet le fuese la vida en ello. Y es que en más de un sentido, así era.

Comentario: pues yo creo que es obvio que Scarlet sienta celos, por Damen. como tambien es obvio que Damen sienta cosas al ver a Petula, ya que ella formo parte de su vida y es inevitable recordar las cosas pasadas entre los dos. por eso scarlet debe comprenderlo, y pues bueno ahora solo hay que ver que pasa con charlotte metiada en Scarlet esperemos que si se cumpla su deceo con Damen.

En que lo puedo relacionar con mi vida?
pues talvez el sentir celos de una persona que ya paso en la vida de el, que talvez ya no es tan importante, pero que llevan los recuerdos, y que al fin de cuantas esos recurdos nunca se van a olvidar.Y menos si fue parte de su vida.

lunes, 22 de marzo de 2010

LOS ARCHIVOS DE OMEGA

Algunas cosas extrañas suceden en este mundo. Su escuchan todo tipo de historias de miedo.
Pero, ¿son verdad? ¿a quién creer? Algunas historias nunca entrar en el periódico, porque los gobiernos quieren mantenerlos en secreto.

Y estas son las historias en los archivos de Omega.
¿Cuántas personas saben acerca de los archivos Omega?
No muchos-tal vez no más de treinta personas en Bruselas.
Hawker y Jude saber acerca de ellos, porque traer un montón de historias que van en los archivos.

Ellos tienen una vida interesante.
Una theyre día en Londres, hablando con un hombre joven.
Hectáreas es una extraña historia que decirles, sobre una empresa de drogas, pero ¿es cierto?
Otro día Ir a Escocia, en busca de monstruo en Loch Ness, pero por supuesto no hay monstruos, hay?
Otro theyre tiempo en una islandin el Océano Pacífico, donde todo el mundo está hablando de una nave espacial. Pero, ¿dónde está la nave espacial? ¿Y quién ha visto realmente? Su todo allí, en los archivos de Omega. Había dos de ellos. Hawker y Judas. No tenían otros nombres.

Justo Hawker y Jude Eran jóvenes, rápido e inteligente. Trabajaban para Edi, en el Gobierno europeo. Usted K ahora sobre la CIA estadounidenses y en Russiands KGB? Bueno esto fue EDI-el Departamento Europeo de la inteligencia. Los grandes secretos. Secretos muy extraños.

Los secretos de los archivos de Omega. No reciben dentro de periódicos, y la mayoría de la gente nunca oímos hablar de ellos. La mayoría de la gente no era conocible sobre EDI. En los primeros años Hawker y Jude viajado mucho. Bruselas, Estrasburgo, Roma, Nueva Delhi, Washintong ... Norte de África, América del Sur, Australia. . . Ni casa, ni familia, sólo trabajo. Trabajaban para el hombre superior en la oficina de Bruselas del EDI, y sólo para él. Fue llamado Arla. Nadie sabía su nombre real, o mucho de él. Algunos dijeron que era letona, otros dicen que era de otro planeta.

El siempre le dio duro a los puestos de trabajo Hawker y Judas.
L a puestos de trabajo con las preguntas, pero no muchos Archivos de respuestas. El omega Cuando los conocí, muchos años después, Hawker y Judas eran unos setenta años mayor. El vivía muy tranquilamente, en una casita blanca en una isla griega. Habían salido a caminar, natación, pesca, sino que estaba sentado en el sol, y dormía un mucho. Al principio, dindnt quiere hablar de su trabajo.

¡No podemos, dijo Jude. Nuestro trabajo era secreto. Su todo en los archivos del gobierno, y nadie puede leerlos. Después de treinta años me dijo que la gente puede leer todos los archivos secretos del gobierno.

No estos archivos Hawker dijo. Sus cien años antes de que la gente puede leer los archivos de EDI Me miró. Pero no es necesario leer los archivos que dije que puedo conseguir las historias de usted. Y lo hice. Éstos son algunos de ellos.