domingo, 28 de marzo de 2010

4,5 y 6

Petula seguía tumbada en la misma camilla en la que la habían colocado los ATS,
desnuda bajo uno de esos camisones blancos de hospital, de talla única y abiertos por la espalda. Scarlet la había acompañado en la ambulancia, evitando las miradas que la acusaban de SPM -Sospechosa de Parricidio Meditado- a la vez que observaba con nerviosismo cómo los técnicos comprobaban sus constantes vitales y trataban de estabilizarla. Tras entrar por la puerta de Urgencias sobre su camilla de ruedas, habían conducido a Petula hasta una sala de observación aislada, apartada del resto de los pacientes que estaban siendo tratados en las salas de Urgencias.

- ¿Qué es, doctora? -rogó Scarlet, inclinándose sobre el cuerpo inerte de Petula.

- De momento, no tengo ni idea -contestó la doctora Patrick-. De lo único que estamos seguros es de que tiene fiebre y no responde a los estímulos. Clínicamente está en coma.

- ¿Está tomando alguna medicación? -continuó la doctora a la vez que procedía a examinar a Petula.

- Pues no de forma regular, no -respondió Wendy Thomas por iniciativa propia.

- No, claro que no -soltó Scarlet al tiempo que se plantaba junto a su madre como una tigresa defendiendo a sus crías-. Esta sala está reservada sólo a la familia, ¿verdad?

- Somos más hermanas suyas que tú Harlot³ -añadió Wendy Anderson. Aquello le dolió porque Scarlet sospechaba que, ya fuese para bien o para mal, era muy probable que tuviese razón.

Kiki Kensington, la madre de Petula y Scarlet, las mandó callar con un movimiento de la mano. La cosa era seria y enseguida quedó patente de quién había heredado Petula y Scarlet su talante brusco, poco dado a andarse con tonterías.

Scarlet puso los ojos en blanco y silenció a las Wendys con una mirada capaz de derretir los polos más rápido que el calentamiento global. No estaba por la labor de dejar que aquellas maliciosas descerebradas extendiesen por Hawthorne el rumor de un posible embarazo de las proporciones del atribuido a la princesa Diana estando Petula como estaba, fuera de combate y completamente indefensa.

- Lo siento, pero es algo que debemos preguntar a todas las mujeres en edad de procrear antes de administrar cualquier tipo de tratamiento o medicación -añadió la doctora Patrick amablemente en consideración hacia la señora Kensington-. Es el protocolo. De todas formas, lo confirmaremos con un análisis de sangre. ¿Por qué no salen todas y descansan un poco? Es posible que no tengamos los resultados hasta dentro de unas horas. Las llamaremos si se produce algún cambio.

La señora Kensington salió para llamar a su ex marido, con Scarlet pisándole los
talones. Scarlet la observó teclear el número, y se quedó un tanto sorprendida. Ni
siquiera sabía que su madre conservase aún su número de teléfono. La tragedia y la
enfermedad tienen una extraña manera de volver a unir a las personas, pensó. Incluso a ex parejas mal avenidas.

Por algún motivo, escuchar aquella conversación hizo que pensara en Charlotte y la
fotografía del acto conmemorativo que apareció en el periódico del instituto. Recordaba perfectamente que en ella no había nadie de la familia de Charlotte. ¿Es que no tenía a nadie que la echara de menos?, recordó que había pensado mientras tecleaba la necrológica. ¿Es que no le importaba a nadie?

Scarlet le dio un abrazo a su madre y se dirigió hacia el ascensor mientras trataba de
localizar a Damen en el móvil.

Las Wendys intercambiaron miradas e inmediatamente sacaron sus iPhones. Acto
seguido, emprendieron una sesión de fotos improvisada para el Facebook, posando
junto al cuerpo inconsciente de Petula. Wendy Anderson ladeó la cabeza de Petula para pegarla a la suya mientras Wendy Thomas se subía a una silla, a fin de obtener la mejor perspectiva aérea posible, y hacía las fotografías.

- No veas la de visitas que vamos a tener. ¿Envía aviso de que hemos agregado nuevas fotos! -exclamó Wendy Thomas mientras agitaban insensiblemente sus PDAs en el aire, apuntando a diestro y siniestro, como linternas en una cueva oscura, tratando de dar con una señal Wifi para así poder colgar el nuevo contenido.


Las Wendys consiguieron las visitas que andaban buscando, y a resultas de ello se
propagó casi al instante la noticia de que Petula estaba hospitalizada. Los chicos de su clase partieron en peregrinación hacia el hospital tan pronto como la página web de las Wendys se cayó por exceso de visitas. No es que quisieran interesarse por su estado o prsentarle sus respetos, no; fueron hasta allí para ver con sus propios ojos a Petula Kensington, inconsciente, en la cama, y prácticamente desnuda. Era un sueño colectivo hecho realidad.


Scarlet no esperó a que llegara el ascensor, en su lugar subió corriendo cuatro tramos de escaleras y llegó arriba en cuestión de segundos.
¿No pueden poner una bombilla menos potente en este cacharro? -preguntó Wendy Thomas a la enfermera, que en ese momento comprobaba el historial de Petula sosteniendo en alto la lámpara-. ¡Da muchísima luz y hace que se le vean unos poros enorme!

Scarlet y su madre pasaron al interior de la habitación cogidas de la mano, para afrontar unidas cualesquiera que fueran las noticias que tenían que darles. La doctora Patrick entró justo detrás de ellas. Abordó el asunto inmediatamente, utilizando ese tono flemático al que de costumbre recurren los médicos cuando las noticias no son buenas.

- Los resultados de la analítica nos han permitido descartar varias cosas, entre ellas un pequeño quiste de ovario que pensamos que podría haberse roto y causado una infección.

-¿Un quiste? ¡Mi abuela tuvo un quiste y tenía dientes! No dientes normales, no,
¡muelas! -dijo Wendy Anderson haciendo auténticos esfuerzos por no echar la primera papilla. Con todo, si Petula tenía un quiste, ellas en secreto también querían uno.

- No obstante, el recuento de glóbulos blancos es alarmantemente elevado y tiene muchísima fiebre -farfulló la doctora Patrick, descartando y tendiendo en cuenta enfermedades, mientras examinaba a Petula a conciencia-. Esta reacción tan aguda tendría que deberse a una causa reciente…

Conforme hablaba, la doctora Patrick retiró la sábana un poco más, de forma que los pies de Petula quedaron al descubierto.

Observó intimidada a su hermana, parcialmente expuesta,
mientras la toqueteaban aquí y allá como a un cadáver en unas prácticas de la Facultad de Medicina, despojada de su esmalte de uñas y de toda dignidad.

- ¡Aquí está! -dijo la doctora señalando su uña.

- Ah-oh… -las Wendys, Scarlet y Kiki tragaron saliva a un tiempo.

- Su hija a contraído una enfermedad por estafilococo -la doctora Patrcik entornó los ojos y se inclinó para mirar de cerca el dedo gordo de uno de los pies de Petula-, en su última pedicura.

- ¿No estaba borracha? -preguntó Scarlet.

- No, estaba perdiendo el conocimiento, y si no llegas a traerla aquí de inmediato, es posible que no lo hubiese contado -dijo la doctora Patrick acomodándose los largos mechones rubio ceniza del flequillo detrás de la oreja-. ¿Ven ese pequeño corte en el dedo?, pues ese es el foco de la infección -dijo la doctora Patrick-. Esos salones de belleza no son nada seguros, por no decir que nada higiénicos.

- ¿Se recuperará? -preguntó la señora K, obviando por completo los ridículos
comentarios de las Wendys.

- Lo sabemos en las próximas veinticuatro horas -respondió la señora Patrick,
ordenando a la enfermera que le triplicara a Petula la dosis de antibiótico.

Scarlet se giró y advirtió el gesto de “preocupación” en el rostro de las Wendys cuando le abrieron otra vía a la paciente, pero sospechó que estaban felices de poder formar parte de una situación tan dramática. Estar tan cerca de Petula en el que quizá podría ser el momento de su muerte las convertía en firmes candidatas para heredar su posición, su “mismidad.

Las Wendys salieron de la habitación, y una vez fuera se agruparon al instante,
discutiendo sobre imaginarios planes de funeral y sobre dónde comprarían sus trajes de luto de alta costura.

- Cada uno expresa su dolor a su manera -comentó la doctora después de que hubieran salido.
Scarlet rodeó a su madre con los brazos.

- De hecho, se trata del momento más crítico. Lo único que podemos hacer es esperar -dijo la doctora Patrick, haciendo que la señora K prorrumpiera en llanto. Scarlet se propuso no moverse de allí para que su madre alguien en quien apoyarse, pero ¿en quién iba a apoyarse ella? Damen seguía desconectado, de todas las formas imaginables.

Al llegar al hospital entró con él a la habitación y lo colgó donde Petula pudiera “verlo”, tal y como su madre le había pedido. Tal vez no surtiera ningún efecto en el estado actual de Petula, pero verlo allí sin lugar a dudas hizo que Scarlet se sintiera menor. Agotada, se desplomó en la silla, se quitó su trenza rockabilly, la lió en forma de almohada y poco a poco concilió el sueño.

Un arrastre de pies la despertó de repente. Eran demasiado pesados para que
perteneciesen a las enfermeras o las auxiliares, pensó. Abrió los ojos y trató de enfocar la mirada.
- ¿Dónde te habías metido? -preguntó Scarlet, incorporando la cabeza del sillón
reclinable de scay verde oliva. Se puso de pie y se acercó a aquella figura conocida que ocupaba el umbral.

- ¿Por qué dices eso? -dijo Damen en voz baja, abrazándola tan fuerte que casi la hizo olvidar sus
penas-. Acabo de llegar a la ciudad y me he venido corriendo para acá. Scarlet no estaba muy segura de si todo era un sueño o no, pero, si lo era, le encantaba.

Pero Scarlet tenía semejante expresión de angustia que Damen concluyó que la respuesta a aquella pregunta en concreto no tenía la menor importancia.

- No te llamé porque estaba empollando para un examen -explicó-. Y -hizo una pausaporque iba a venir de todas formas.

- ¿Qué ibas a venir? -preguntó ella.

- Para el Baile de Bienvenida, era una sorpresa -dijo Damen mientras volvía a
estrecharla entre sus brazos-. Ya sé que no va demasiado contigo, pero te echaba mucho de menos.

Era la primera vez que Scarlet pronunciaba en voz alta su preocupación por el estado de Petula, y el solo hecho de que tan inopinada confesión hubiese brotado de su boca la asustó. Él tiró de ella hacia sí una vez más, le apartó el pelo de sus ojos agotados y, pasado minuto entraron a la habitación.

Damen descorrió la cortina azul y miró Petula -la examinó de arriba abajo, más bien-. Scarlet observó cada uno de sus movimientos buscando algún indicio DE pasión renacida. Desde el Baile de Otoño del año anterior, cuando ella había perdido los nervios. En cierto modo, se había preparado para verla en el Baile de Bienvenida.


Pero verla de aquel modo le resultó triste. Petula era ante todo orgullosa , aunque probablemente no le hubiese importado mostrarse así de expuesta, era más que seguro que le irritaría encontrarse tan disponible.

No puedo quedarme mirándola en este estado y no hacer nada -dijo Scarlet, llegando finalmente al límite de lo que podía soportar.

-Lo sé -trató de reconfortarla Damen.
No, en serio, no pienso quedarme sentada sin hacer nada -dijo Scarlet, rechazando su compasión.
-Tal vez deberías irte a casa y descansar un poco -dijo Damen con dulzura, intuyendo que ella estaba a puntode perder los nervios -. Yo me quedaré.

-No me digas -masculló Scarlet.

-Pero ¿qué pasa contigo? -preguntó Damen.

-Estos médicos no están haciendo nada de nada -dijo Scarlet, tan frustrada como celosa

-. Pero he estado pensando…

-Oh-oh -dijo Damen, reaccionando a la expresión de seriedad en el rostro de Scarlet.

-Puede que conozca la forma de ayudarla -dijo-. Es más quizá yo sea la única persona que pueda.

-¿Y cómo te propones hacerlo? -a Damen le ponía nervioso pensar en lo que Scarlet pudiera tener en mente -. Cuenta con los mejores médicos, especialistas y enfermeras, que hacen cuanto está en sus manos.

Scarlet se lo expuso a Damen.

-Si Petula no está aquí, ¿dónde está entonces? -preguntó.

-Pero sí que está aquí -Damen señaló la cama, tratando a Scarlet como si fuera una niña, o una lunática.

-No me refiero a su cuerpo, eso no es más que un caparazón -le amonestó Scarlet –

Damen se encogió los hombros, no del todo seguro de adónde quería ir ella a parar.

-Mira, ya sé que alma es una palabra que ninguno hemos utilizado jamás en la misma oración que Petula -reconoció Scarlet -, pero hasta ella tiene una.

Damen la cogió de los hombros y la obligó a darse la vuelta empleando más fuerza de la que jamás Scarlet había sentido que emplease con ella.

-No sé lo qué pasó entonces -dijo Damen, que a todas luces había borrado de su mene buena parte de lo sucedido aquella noche -. Pero fuera lo que fuese, se debió al azar. Algo que sólo ocurre una vez en la vida.

-¿Y si su espíritu está ya al otro lado y no es más que cuestión de tiempo que muera y su alma se separe por completo de su cuerpo? ¡Puede que hasta para acabar en el infierno, qué sé yo!

-Scarlet… -dijo Damen con voz suave.

-¿Y si ha entrado en un círculo vicioso? ¡Y si está esperando a que comprueben su
nombre en una maldita lista, y nosotros aquí sin hacer nada más mientras hacen leña con ella!

-Scarlet, necesitas tranquilizarte -dijo Damen, ahora con más contundencia.

-¿Y tú qué sabes lo que yo necesito? -le espetó Scarlet, sorprendiéndose a sí misma con lo que
acababa de soltar por la boca.

Damen se preocupo. Aquellos cambios de humor no eranpropios de ella y empezaba a pensar que tal vez estuviera al borde de un ataque de nervios.

-Lo siento -dijo Scarlet muy seria -. Sólo quiero ayudara Petula. Que sepamos, bien podría estar condenada.

Lo de Scarlet no era sólo teatro, pero tampoco estaba siendo honesta del todo, ni con Damen ni consigo misma. Ambos sabían que la vida de Petula no es que hubiese sido ejemplar que digamos y que las probabilidades de que la esperase un final feliz en laOtra Vida eran cundo menos escasas. Pero el desasosiego de Scarlet no se debía tanto a las deficiencias espirituales de Petula cuanto a su propio sentimiento de culpabilidad. En su mente, ella le había arrebatado a Damen. Y hasta cierto punto la hacía sentirse bien eso de ser ella la que ganase por una vez y que Petula se llevara las sobras. Pero la idea de no poder ya nunca arreglar las cosas entre ambas, pedir perdón, aun cuando en realidad no se arrepintiera de ello, antes de que Petula se fuese directa al infierno en un bolso extragrande, era insoportable.

-Eso no lo sabemos -la animó Damen.

-No, claro que no, pero conozco a alguien que es probable que sí lo sepa -dijo Scarlet, en parte esperanzada y en parte aterrada.

El armario era diminuto, ni mucho menos un armario ropero grande, que es lo que
Petula habría insistido que fuera, de haber estado consciente. Estaba atestado de toallas dobladas, mantas, guantes de látex, camisones abiertos por la espalda, cuñas, vaselina, pomadas de antibiótico triple, vendas y calzas de quirófano. Apenas había espacio para almacenar el material de hospital, y menos aún para dar cabida a Damen y Scarlet. Pero era la única habitación privada disponible.

A él le hubiese gustado más colarse en un baño para darse una rápida sesión de
achuchones, pero el romanticismo era en lo último en lo que podía pensar ahora, buen, casi en lo último. Al fin y al cabo era un tío.

-No te preocupes -susurró Scarlet con un tono muy convincente -. Sé lo que me hago.
qué vas a hacer, chocar los talones de tus Doc Martens tres veces o algo así? -nunca hasta entonces se había mostrado tan frágil ante ella -. Si algo saliera mal…

-¿Qué? -replicó Scarlet esperanzada, rompiendo su concentración por un instante nada más, y dándole pie a declararle su amor imperecedero.
Damen quería decir que la quería, que no podía vivir sin ella, pero de ningún modo podía ponerse en plan Casablanca con ella. Sería demasiado sensiblero, demasiado definitivo.

-¿Qué voy a decirle a tu madre? -le preguntó, en cambio, abrazándola fuerte.

-Dile que volveré -contesto Scarlet, tratando al mismo tiempo de convencerse a sí misma de que así sería.

-¿Prometido?
Aquellas no eran exactamente las palabras que esperaba escuchar, pero lo dicho dicho estaba. A Scarlet empezaban a flojearle las piernas y quería empezar con el conjuro antes de que el sentido común se apoderara de ella.

-¿Podrías, esto, esperar fuera? -le pidió Scarlet a Damen como disculpándose.

-Claro -accedió él nervioso -. Estaré aquí mismo.

Damen cerró la puerta y la sala se quedó a oscuras. Scarlet cerró los ojos yempezó a
hipnotizarse convenciéndose de que estaba con Charlotte. Pensó en su primer encuentro, recordando cada detalle: los vasos de precipitados, el polvo de tiza, Charlotte, el tacto de sus frágiles manos mientras recitaba el encantamiento con la respiración entrecortada. Y enseguida se encontró allí. En ese lugar, en ese preciso momento. Le asustó un poco, pero sentir la presencia de Charlotte tan vívidamente la calmó.

-Tú y yo, nuestras almas son tres -dijo entusiasmada.
Aguardó un instante -o así de deprisa le pareció que fue -y escuchó una voz, reverberando débilmente en la distancia.

-Yo y tú, nuestras almas son dos -susurró en un tono muy familiar.

-Somos yo -terminó Scarlet, y sus ojos se abrieron tanto como su boca.

Damen la oyó golpearse contra las estanterías, se precipitó al interior del almacén y
llegó a tiempo de cogerla antes de que se golpeara contra el suelo. Tenía losojos en
blanco, apenas respiraba y su piel estaba húmeda y fría. Era como si alguien acabase de desconectarla de la corriente.

Damen abrió rápidamente la puerta de un empujón y gritó pidiendo auxilio como si a Scarlet le fuese la vida en ello. Y es que en más de un sentido, así era.

Comentario: pues yo creo que es obvio que Scarlet sienta celos, por Damen. como tambien es obvio que Damen sienta cosas al ver a Petula, ya que ella formo parte de su vida y es inevitable recordar las cosas pasadas entre los dos. por eso scarlet debe comprenderlo, y pues bueno ahora solo hay que ver que pasa con charlotte metiada en Scarlet esperemos que si se cumpla su deceo con Damen.

En que lo puedo relacionar con mi vida?
pues talvez el sentir celos de una persona que ya paso en la vida de el, que talvez ya no es tan importante, pero que llevan los recuerdos, y que al fin de cuantas esos recurdos nunca se van a olvidar.Y menos si fue parte de su vida.

1 comentario:

  1. Estefania:

    Estupendo trabajo como siempre, muy buenos comentarios.

    Calificacion = 10

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