martes, 13 de abril de 2010

10,11 y 12

A Damen le hizo gracia contemplar al doctor recorriendo con sus manos las piernas y los brazos de Petula, inspeccionando su piel y comprobando que no tenía erupciones. “Este tío es definitivamente su tipo”, pensó, constatando que tal vez nunca tuviera la posibilidad de intentar ligárselo.

El doctor también examinó a Scarlet, y Damen sintió una punzada de celos al mirar cómo Kaufman la manejaba, practicando el obligado examen neurológico y motor.

Inevitablemente, pensó que prefería “jugar a los médicos” con ella mucho más que ser testigo de la inspección real. Kaufman le abrió los párpados, iluminó los ojos de Scarlet con su linterna de bolsillo y anotó sus observaciones en las omnipresentes historias, que pendían de cada una de sus camas.

Estos tres exámenes diarios eran para Damen algo así como las actualizaciones a tiempo real de la llegada de un avión que volase con retraso a causa del mal tiempo. Una señal de mejoría en el estado de cualquiera de las dos podía significar que Scarlet había logrado su objetivo, que estaba más cerca de volver junto a él y más cerca de la vida que de la muerte.
- Y bien, ¿cuál es el veredicto? -preguntó Damen ansiosamente, buscando una respuesta concreta que aliviara sus pensamientos.

- Te seré franco -dijo el doctor Kaufman.
- Por favor -contestó Damen, cogiendo la mano de Scarlet y apretándola entre las suyas.

- Me temo que sus constantes vitales se han debilitado desde ayer -dijo el doctor Kaufman-. Y el examen neurológico no revela ningún cambio.
- ¿Y eso qué significa? -preguntó Damen de manera ingenua, sabiendo condenadamente bien lo que significaba y sin quererlo afrontar.

- Todo indica que el estado de ambas se está deteriorando -sentenció el doctor Kaufman mientras estampaba sus iniciales en el informe, se daba media vuelta y salía por la puerta.

Damen inclinó la cabeza sobre Scarlet y luego pensó en un millón de preguntas que
quería hacer, aunque sólo fuera para sentir que estaba haciendo algo. Salió disparado en busca del doctor Kaufman, y alcanzó a ver cómo desaparecía en el interior de la habitación de otro paciente situada al final del pasillo.

Cuando iba a traspasar el umbral, brotó del interior un gimoteo apenas audible que le
hizo frenar en seco. Asomó la cabeza y vio que el doctor Kaufman se disponía a relaizar una nueva exploración. Entonces reparó en un angustiado matrimonio, que se inclinaba esperanzado sobre una preciosa niña de no más de doce años, que parecía terriblemente enferma. Damen no era médico, pero adivinó que su estado era grave. Le asaltaron unas tremendas ganas de llorar, por aquella niña, por Scarlet o por él mismo, no estaba muy seguro.

“Su vida no es justa”, constató Damen por primera vez en su superpopular,
superconectada y superexitosa existencia a la vez que daba media vuelta y regresaba a la habitación de Petula y Scarlet.

Scarlet levantó la mano en el preciso instante en que la señorita Pierce se disponía a impartir la clase de ese día.

- ¿Sí, Scarlet? -dijo la profesora, prestándole atención.

- Anoche estuve leyendo hasta tarde la Guía del Muerto Perfecty lo entiendo todo salvo una cosa -explicó Scarlet.

- ¿Y qué es lo que no entiendes? -preguntó la señorita Pierce.

- ¿Podría explicarme eso de “Decisión Anticipada”? -demandó Scarlet preparándose para una reacción negativa de alguna clase de por parte de la habitualmente genial decana.
La expresión de la señorita Pierce se endureció un poco y por un instante pareció haberse quedado sin habla.
- ¿Decisión Anticipada? -murmuró, con evidente desconcierto-. Me temo que no sé a qué te refieres.

Tilly, Gary, Bianca y todos los demás se volvieron para mirar a Scarlet con una
expresión divertida en el rostro, intrigados por el hecho de que la chica nueva hubiese conseguido dejar sin habla a la señorita Pierce, quien hasta ahora había demostrado tener respuesta para todo.

- Lo vi en un antiguo manual de la Guía del Muerto Perfectque encontré en mi dormitorio -explicó Scarlet-. En la última página.
Scarlet levantó el formulario en alto desde el fondo de la clase para que la señorita Pierce y todos los alumnos pudieran verlo.

- Yo sé lo que significa -intervino Polly rompiendo el silencio y ofreciendo su opinión no solicitada-. Es cuando decides irte de una fiesta antes de que llegue la novia genuina de tu novio.


El análisis de Polly mostraba evidentes trazos biográficos que no le interesaban a nadie y fue descartado al instante por los demás alumnos.
- Creo que es cuando tienes que decidir si vas a deslizarte por el borde del tanque de tiburones en el zoo -interpuso Andy, aportando su temeraria perspectiva personal a la discusión.

- Acertáis los dos -dijo la señorita Pierce para sorpresa de todos-. Metafóricamente, claro está.

- ¿Eh? -dijo Scarlet dando voz a lo que el resto de la clase ya estaba pensando.

- Decisión Anticipada es un proceso mediante el cual un único alumno puede eludir el curso de Muertología -explicó la señorita Pierce con esmero.

- Vaya, ¿y ya está? -preguntó Tilly haciendo gala de su notoriamente impaciente
personalidad, que ahora brilló con la intensidad de los rayos UVA que la mataron-. ¿Me está diciendo que he estado esperando aquí para nada?
- La Decisión Anticipada no la enseñamos, Tilly -contestó de manera tajante la señorita Pierce-. Porque es peligrosa para el candidato y también para el resto de la clase. Scarlet intentó recuperar el hilo de la conversación.
- ¿Y dice que Polly y Andy no andan desencaminados? -preguntó Scarlet.

- Consiste en pasar al Otro Lado antes de que se estime que uno está preparado -
continuó la señorita Pierce con cierta vaguedad-, y superar el mayor obstáculo de todos. No había nada peor que el lugar donde ahora se encontraba, y además, ¿acaso alguien llegaba alguna vez a estar preparado del todo?, pensó Scarlet.

- ¿Y por qué es tan peligroso? -preguntó inocentemente-. Aquí todos, bueno, casi todos están ya muertos.
- Ah, Scarlet, eso dice mucho de ti -dijo la señorita Pierce-. Hay cosas peores que la muerte, pero como no eres lo que se dice uno de nosotros, aún no puedes comprender del todo lo que trato de decir.

- Estoy escuchando -dijo Scarlet.
- Lo que estás haciendo es ocupar un sitio reservado para otra persona -explicó la señorita Pierce yendo al grano.

- Está bien -murmuró Scarlet, ofendida por la franqueza de la recatada profesora. No era la primera vez que se la acusaba de ocupar espacio, pero en esta ocasión era diferente.

El análisis de Polly mostraba evidentes trazos biográficos que no le interesaban a nadie y fue descartado al instante por los demás alumnos.
- Creo que es cuando tienes que decidir si vas a deslizarte por el borde del tanque de tiburones en el zoo -interpuso Andy, aportando su temeraria perspectiva personal a la discusión.

- Acertáis los dos -dijo la señorita Pierce para sorpresa de todos-. Metafóricamente, claro está.

- ¿Eh? -dijo Scarlet dando voz a lo que el resto de la clase ya estaba pensando.

- Decisión Anticipada es un proceso mediante el cual un único alumno puede eludir el curso de Muertología -explicó la señorita Pierce con esmero.

- Vaya, ¿y ya está? -preguntó Tilly haciendo gala de su notoriamente impaciente
personalidad, que ahora brilló con la intensidad de los rayos UVA que la mataron-. ¿Me está diciendo que he estado esperando aquí para nada?
- La Decisión Anticipada no la enseñamos, Tilly -contestó de manera tajante la señorita Pierce-. Porque es peligrosa para el candidato y también para el resto de la clase. Scarlet intentó recuperar el hilo de la conversación.
- ¿Y dice que Polly y Andy no andan desencaminados? -preguntó Scarlet.

- Consiste en pasar al Otro Lado antes de que se estime que uno está preparado -
continuó la señorita Pierce con cierta vaguedad-, y superar el mayor obstáculo de todos. No había nada peor que el lugar donde ahora se encontraba, y además, ¿acaso alguien llegaba alguna vez a estar preparado del todo?, pensó Scarlet.

- ¿Y por qué es tan peligroso? -preguntó inocentemente-. Aquí todos, bueno, casi todos están ya muertos.
- Ah, Scarlet, eso dice mucho de ti -dijo la señorita Pierce-. Hay cosas peores que la muerte, pero como no eres lo que se dice uno de nosotros, aún no puedes comprender del todo lo que trato de decir.

- Estoy escuchando -dijo Scarlet.
- Lo que estás haciendo es ocupar un sitio reservado para otra persona -explicó la señorita Pierce yendo al grano.

- Está bien -murmuró Scarlet, ofendida por la franqueza de la recatada profesora. No era la primera vez que se la acusaba de ocupar espacio, pero en esta ocasión era diferente.


La señorita Pierce deslizó el formulario con mucha elegancia por la ranura, y antes de que tuviera tiempo de volverse de nuevo hacia Scarlet, ésta se había esfumado.

Maddy entró en la sala de descanso y pasó junto al resto de becarios sin mediar palabra, como siempre. No sólo no interactuaba con nadie que no fuera Charlotte, sino que literalmente los ignoraba. Y lo que era peor, Charlotte empezaba a tratarlos igual.
--¿Y qué demonios hace ésta aquí, ya que estamos? -azuzo CoCo.

--Eso -cotorreó Violet--. ¿Por qué no estaba en Muertología con nosotros? ¿Es qué alguien sabe algo de ella?

A decir verdad, nadie sabía nada. Ni siquiera Charlotte, tan obsesionada consigo misma o tan ocupada respondiendo a las preguntas de Maddy, se había parado a pensar en preguntarle a Maddy cómo o por qué había llegado hasta allí. Las chicas estaban en pleno cotilleo cuando Maddy entró en la sala.

--Hablando del rey de Roma -dijo Prue señalando con su cabeza en su dirección. Las demás chicas soltaron una risita y retomaron la conversación.
--¿Algún problema? -preguntó Maddy secamente, acallándolas.

Debían reconocer que no le habían dedicado demasiado tiempo a Charlotte desde que cruzaron al otro lado. Entre sus nuevas “vidas” y el trabajo, cada vez era más complicado buscar un hueco para compartirlo de verdad. Pero después de todo lo que habían pasado juntas, Charlotte debía saber lo mucho que les importaba.
Pam se tomó la sugerencia de Maddy como una ofensa personal, puesto que ella era la que conocía a Charlotte desde hacía más tiempo, más incluso que Scarlet.

--A mí nadie me viene a enseñar cómo ser amiga de Charlotte y menos tú, que la acabas de conocer -la cuestionó Pam. Hacemos lo que hay que hacer, lo que se nos pida que hagamos.

--Pues igual que yo -respondió Maddy vagamente y dio media vuelta y se fue, dejando a las becarias con la palabra en la boca y el asunto en el aire.
Scarlet miró a su alrededor y comprobó que estaba en otro lugar. Pero dónde,
exactamente, no tenía ni la menor idea. Parecía una urbanización cerrada un poco
deprimente: vallada, con paseos pavimentados y cierto aire a campamentos de reclutas. A lo lejos pudo divisar una aislada torre de apartamentos, delgada como un plato. Estaba oscureciendo, así que dirigió sus pasos hacia el edificio, la señal de luz, que no de vida, más próxima, con la esperanza de obtener alguna información sobre Charlotte.
Franqueó la entrada y la detuvo el portero.

--Estoy buscando a una persona -dijo con nerviosismo.
El hombre la miró de arriba abajo y luego reparo en su camiseta de Demned¹. Damen se la había llevado al hospital para que se la pusiera con ocasión de su “viajecito”.
--Es un grupo de música -aclaró ella, convencida que no era el momento ni el lugar idóneos para correr riesgos.


--¿A quién? -fue la cortante respuesta de él.

--¿A Charlotte Usher? -dijo ella con tono acobardado, medio esperando que el portero la echara de allí con cajas destempladas.
El tipo levantó la vista hacia la videocámara que vigilaba la entrada como buscando una respuesta, y la luz roja parpadeó una vez.

--Diecisiete -dijo señalando el ascensor con un ademán. Scarlet permaneció en estado de shock un minuto, petrificada en sitio, dudando si salir corriendo por la puerta o arrojarse encima del portero y plantarle un beso. Iba a ver a su mejor amiga. Por fin podía albergar alguna esperanza, no sólo fe, en que su viaje había merecido la pena. Quizá diecisiete plantas más arriba se hallara la respuesta a sus plegarias, las de Petula, las de su madre, puede que hasta también la de Damen… o, reflexionó pausadamente, el comienzo de una pesadilla.

De pronto cayó en la cuenta de que no tenía ni idea de dónde estaba ni de quién era el tipo aquel de la puerta. Tal vez estuviese resultando demasiado sencillo. ¿No la había advertido la señorita Pierce de que no había garantías cuando se tomaba una Decisión Anticipada? Tal vez no estuviera predestinada a salvar a Petula o a sí misma… Tal vez estuviera predestinada a convertirse en el aperitivo de algún malvado juez de reality show de proporciones gigantescas. Diecisiete plantas, nada menos.

Scarlet se volvió hacia el portero otra vez y le escudriñó tratando de evaluar su
personalidad. Su aspecto era imponente, pero no parecía malintencionado. Decidió que se trataba de un alma buena, básicamente, poco inclinada a engañarla. Además, la planta diecisiete estaba “arriba” después de todo. Las posibilidades, sopesó, se inclinaban a su favor. Estuviese o no buscándose una excusa, el caso es que desechó sus dudas y se dejó llevar por el instinto.

Damen hojeaba la revista, alzando los ojos hacia Scarlet y Petula a intervalos regulares. Observaba los monitores, dispuesto a alertar a las enfermeras o a los médicos si percibía algún cambio, ya fuera para bien o para mal, antes que se dispararan las alarmas. Afortunadamente, pensó, las dos chicas permanecían desde hacía un día más o menos, sin que hubiese sido necesaria una intervención de urgencias. Lo que suponía todo un alivio para él y para Kiki Kensington, a la que telefoneaba para tranquilizarla cada pocas horas.
Se rascó su desacostumbrada barba incipiente, dejó la revista y cogió la mano de

Scarlet, que colgaba entre los barrotes de la barandilla de la cama. Acarició su antebrazo y le apretó los dedos, tratando por todos los medios de provocar algún tipo de reacción, refleja aunque fuera. Y entonces dejó de preocuparle si obtenía una respuesta o no y se limitó a acariciarla, perdido en sus pensamientos sobre ella. Él era el único en el mundo entero que la conocía tal y como era realmente. Sabía que sus vacaciones preferidas era el período de horario de verano, que cambiaba de grupo de música preferido según su capacidad de actuar en vivo, y que para ella el día ideal consistía pasar el tiempo en librerías de viejo, comprar joyas vintage, comer una hamburguesa en una cafetería de mala muerte y luego ver una peli indie en el cine art nouveau. No quiso seguir recordándola como si no fuera a volver nunca más, y en su lugar se
puso a cavilar sobre si habría alguna manera de que él le echase una mano. Entonces miró su rostro con ternura y creyó ver el leve esbozo de una sonrisa en sus labios.


Charlotte su quedó plantada donde estaba, paralizada y muda ante aquella visión. No podía creer lo que veían sus ojos, o más bien su corazón el que no la dejaba tener fe en sus ojos.

--¡Scarlet!

--¡Charlotte!
Sin mediar otra palabra, caminaron una al encuentro de otra y, después de mirarse a los ojos, se fundieron en un abrazo. Fue como si volviesen a intentar la posesión, aunque esta vez se aferraban mutuamente como si les fuera la vida en ello.
--Te echaba de menos -dijo Scarlet abrazándola muy fuerte.

--No tienes ni idea -dijo Charlotte, consiguiendo apenas liberar una mano del abrazo de oso de Scarlet para retirarle de la cara los largos mechones de su inconfundible flequillo negro escalonado.
--No has cambiado nada.


Las dos permanecieron mirándose otro rato más, escudriñándose de arriba abajo y de abajo arriba, no de manera crítica, como lo hacían las Wendys o Petula, sino con un cariño genuino que rehuía cualquier calificativo. Mientras se abrazaban una última vez, Charlotte dio un respingo de repente. Faltaba algo. El latido del corazón de Scarlet. No podía sentirlo. La señal de vida que había atraído a Charlotte cada vez que realizaban el ritual había desaparecido.


Charlotte reparó en la expresión de asombro del rostro de Maddy. Parecía más preocupada que amenazada por la llegada de Scarlet.

--¿Así que esto es el paraíso, eh? -dijo Scarlet rozando a Maddy al pasar para
contemplar el nuevo hogar de Charlotte. Caminó hacia los grandes ventanales que
daban a la explanada de cemento y al semicírculo de adosados idénticos de más abajo. Desde aquella perspectiva aérea el conjunto se le antojó más aún del Telón de Acero que lo que había parecido a nivel de suelo. A Scarlet se le ocurrió pensar que si aquel
lóbrego y corriente escenario era “arriba”, prefería no pensar en cómo sería el lugar al que Petula se encaminaba sin remedio.

Atrapadas en la oficina de altas médicas, Petula y Virginia, para bien o para mal, empezaban a trabar conocimiento la una de la otra.
-Envejecer no es nada malo -susurró Virginia inclinándose hacia Petula.

-Tampoco es nada bueno -dijo Petula con un gesto de asco, como si su perro se acabase de cagar en la cocina - Se te arruga y se te cae todo.
-Hay mucha gente que se sentirá afortunada si pudiese envejecer -dijo Virginia casi sombríamente -. Es un regalo.

Petula le clavó una mirada penetrante. La ingenuidad de aquella pequeña sabihonda le hacía hervir la sangre, pero se contuvo al ocurrírsele que, tal vez, había topado accidentalmente con un momento de su vida en el que ejercer de veras su magisterio. Con las Wendys y las otras chicas del instituto ejercía de icono más que nada, era el modelo a seguir. Imponía su liderazgo dando ejemplo. En cuanto a Scarlet, bueno, con ella no tenía nada que hacer. Pero la de ahora se presentaba como una oportunidad para
impartir su sabiduría, para inculcar su particular filosofía a toda una nueva generación, y para cuya consecución se valdría de la pequeña Virginia como mensajera.

El rostro de Petula adoptó el modo salvapantallas para protegerla de la crudeza y el realismo del futuro que se estaba imaginando. Se sacudió la idea y prosiguió con lo suyo.
-¿No te has fijado nunc en los pies de la gente mayor? -preguntó ofreciendo una visión sorprendente -. ¿También quieres eso?

-Mira quién fue a hablar -contraatacó Virginia, bajando la vista hacia el dedo gordo y la chapucera pedicura de Petula.

-Lo que digo -recalcó Petula -es que nadie va por ahí buscando la Fuente de la Vejez.

-Si haces que tu vida gire en torno a la apariencia física, entonces sí, reconozco que
tienes razón -dijo Virginia insidiosamente -. Pero no sé si estoy preparada para toda una generación de abuelas con las tetas más grandes de la historia.
-Todo el mundo hace girar su vida en torno a la apariencia física -replicó Petula -. Ya sea sacando provecho de su propio atractivo para conseguir lo que desea o bien haciendo dinero para rodearse de gente atractiva. Nadie quiere ser feo ni viejo. La vida es una pasarela.

-No hace falta que me lo cuentes -murmuró Virginia.
-La gente prefiere que se la envidie a que se la respete -prosiguió Petula -. Quiere
acaparar la atención, por cualquier motivo, ya sea bueno o malo, y hará cualquier cosa para conseguirlo.

-O exprimirá la vida de otro para conseguirlo -dijo Virginia de forma críptica.
-Oh, por favor, no me vengas ahora haciéndote la víctima y echándome la culpa de tu desgraciada vida a tu malvada madre manipuladora -escupió Petula sin compasión -. ¡Toda esa comedura de coco es como un falso positivo en un test genérico de embarazo!
-¿Eh? -dijo Virginia, que no tenía ni idea de qué estaba diciendo Petula.

-Cuando te da positivo la primera vez, te disgustas y vas llorando con tus penas a tus
amigas -le aclaró Petula -. Luego te lo vuelves a hacer y te da negativo. Te quedas de lo más aliviada, pero en el fondo te llevas un chasco.
-Tú sigue, no te cortes -dijo Virginia sarcásticamente.


Las dos amigas apenas si habían dejado de hablar desde la llegada de Scarlet y estaban acurrucadas en la litera de Charlotte, al más puro estilo hoy-duermo-en-casa-de-mi-mejor-amiga, charla que te charla, esperando a que amaneciera. Maddy se había tapado la cabeza con una almohada, pero ni aun así logró ahogar por completo el sonido de sus voces.

-Es increíble por lo que has pasado para llegar hasta aquí -dijo Charlotte maravillada.
-Bueno, supongo que se podría decir que me moría por verte -bromeó Scarlet, tan amante del humor negro.

-¿Has estado en Muertología?
-Sí, pero era una clase completamente diferente, con otros alumnos y otro profesor -explicó Scarlet -. Nadie sabía quién eras.



En serio? -preguntó Charlotte un tanto decepcionada.

-Pero les hablé de ti.
Sonrió a Charlotte, sabiendo que era eso lo que en el fondo quería escuchar, y Charlotte le devolvió la sonrisa alegrándose de que Scarlet lo supiera.

-Esos chicos y chicas se portaron muy bien conmigo. Me hizo sentir mal tener que arrastrarlos en toda esta historia -confesó Scarlet.

-Por lo que parece, no lo suficientemente mal -añadió Maddy.

-Pero estaba claro que no me podía quedar -continuó Scarlet, ignorando la puya proveniente de la litera de abajo -. Tenía tanto miedo de quedarme atrapada allí.

-Vamos -interrumpió Maddy -, que te echaron a patadas como a quien se cuela en una fiesta.
-No -dijo Scarlet -. Hice una solicitud de Decisión Anticipada y aquí estoy.

-Muy astuta -dijo Charlotte, alabando el desparpajo con el que Scarlet se movía en el mundo de los espíritus.
-¿Me estás diciendo que te aceptaron? -preguntó Maddy con cierta envidia.

-Sí -dijo Scarlet con orgullo -. Estoy graduada, igual que vosotras, salvo que no estoy muerta ni nada de eso.
-Y yo sólo he conseguido esta crutez de camiseta -murmuró Maddy.

Charlotte decidió distender el ambiente un poco y recondujo la conversación a un terreno menos controvertido.
-¿Y qué me dices de Hawthorne? -preguntó Charlotte con vehemencia -. ¿Se acuerda allí alguien de mí?

Charlotte sintió un cosquilleo en el estómago, similar al que se experimenta en una montaña rusa. Estaba convencida de que la recordarían, por lo menos durante un semestre o así.

Pero se preparó para escuchar los detalles de su irrelevancia.

-Al principio fue un poco raro -explicó Scarlet -. Nadie quería reconocer que había pasado realmente.

Charlotte estaba que no cabía en sí de gozo con la noticia de su póstuma fama, mientras Scarlet seguía dale que te dale contándole cómo personas que ni siquiera la habían conocido contaban su historia con cariño y familiaridad. Cómo en las semanas inmediatamente posteriores a su muerte, la gente se fundía de manera espontanea en abrazos multitudinarios en los pasillos para reconfortarse los unos a los otros, como si no tuviesen otra salida que sobrevivir juntos a esa tragedia. Como si antes de que ocurriera aquel suceso no hubiesen estado al tanto de que la gente podía morir, y se acabasen de enterar de que también ellos eran mortales. Se repartieron lazos negros y se contrataron psicólogos para ayudar a los estudiantes a soportar el duelo por alguien que antes de su muerte no sabían ni que existía. Ella les había dado a todos algo de lo que formar parte.

Todo esto debería haber animado mucho a Charlotte, pero en lugar de disfrutar simplemente de la celebración de su recuerdo, empezó a sentirse triste y un poco engañada. De pronto se dio cuenta de que le hubiese gustado estar allí para verlo.
Cuando sus risas se apagaron, una extraña tristeza embargó a Scarlet también. No podía dejar de pensar en aquella necrológica que había escrito para Charlotte y en lo cerca que podían estar Petula y ella de necesitar una muy pronto. La posibilidad de un doble funeral se decantaba como lo más probable. La situación era cada vez más absurda y menos divertida.
-Es la primera vez que estamos juntas en tu habitación - señaló Scarlet con nostalgia a la vez que se sentía más próxima a la muerte que nunca.

Nuestra habitación - la corrigió Maddy con acritud.
-No te preocupes -la tranquilizó Charlotte con una sonrisa -. Sólo estás de visita.

Scarlet adoraba el arte que tenía Charlotte de poner al mal tiempo buena cara. Creía a Charlotte y creía en ella, como siempre. Tenía que hacerlo. A pesar de la irritante presencia de Maddy, estar con Charlotte la devolvió a una época en la que se sentía segura y en la que todo era nuevo y emocionante. Ahora había llegado el momento de
poner a prueba esa fe.

-Damen está sentado en esa habitación, esperando -dijo Scarlet angustiada -. Esperando su… mi… regreso.
-Entonces será mejor que te pongas en marcha -sugirió Maddy.

-Scarlet, ¿todo esto lo haces por Petula…? -Preguntó Charlotte -, ¿… o por Damen?
-No, bueno, no sé, podría ser -dijo Scarlet de forma esquiva, pues ni ella misma conocía la respuesta -. No ha pasado mucho por casa desde que empezó las clases, y ahora aparece de pronto, coincidiendo con el grave estado de Petula.

-Pues sí que da que pensar -intervino Maddy.
-Dice que es porque quería llevarme al Baile de Bienvenida -explicó Scarlet un poco a la defensiva.

-¿El baile de bienvenida? -caviló Charlotte en voz alta, haciendo grandes esfuerzos para impedir que en su mente volvieran a rondar las vanas ilusiones de antaño.

-Últimamente no conectamos tanto como solíamos - se quejó Scarlet, mostrándose a los ojos de Charlotte con una vulnerabilidad desconocida -. Es como si viviéramos en dos mundos aparte.
Charlotte sabía, de primera mano, lo que era estar en un mundo aparte. No pudo evitar pensar que tal vez fuera ella de quien se había enamorado Damen en realidad, pero al instante se sintió culpable por permitir siquiera que la idea se le pasara por la cabeza. Maddy permanecía en silencio, reuniendo información y escuchando atentamente cómo las dos chicas desembuchaban cuanto llevaban dentro.

-¿Te llama por teléfono? -preguntó Charlotte con curiosidad.

-Sí, claro, pero no es suficiente, ¿sabes?
-¿Y sabe él cómo te sientes?

-No. Y tampoco sé realmente cómo se siente él -dijo Scarlet con evidentes signos de frustración.
-El amor es un campo de batalla -interfirió Maddy sin poder contenerse.

La conmiseración de Damen por Petula era algo que sacaba a Scarlet de sus casillas, y la crisis de comunicación que ambos experimentaban hacía mucho más difícil que Scarlet pudiese leerle el pensamiento. Ella sabía que la razón principal de buscar a Charlotte era la de ayudar a Petula, algo que no estaba ansiosa por reconocer, pero
Charlotte apuntaba a otra cosa. Recuperar a Petula, salvar su vida, volvería a centrar la atención de Damen en Scarlet por completo. Y eso era algo que se resistía a hacer, sobre todo delante de Maddy.
-Francamente -dijo Scarlet de manera poco convincente -, me parece que sólo quiero recuperar a Petula para que vuelva a convenir mi vida en un infierno.
Charlotte sonrió. Podía ver a través de los mecanismos de defensa de Scarlet y leer directamente lo que decía su corazón.


Era extraño, pero muy grato. Charlotte estaba encantada de verse mezclada de nuevo en los cotilleos de Hawthorne, aun en tan difíciles circunstancias. No se había sentido tan bien desde que cruzara al otro lado. Se habían puesto casi totalmente al día sin tan siquiera abordar el tema que a todas luces era el asunto más importante de todos: ¿cómo exactamente, iba Charlotte a echarle una mano?


A Scarlet le complació comprobar que Charlotte conservaba el arrojo que exhibiera la noche del Baile de Otoño, pero Maddy no andaba desencaminada. Aunque en ese momento pocas cosas le apetecían más que quedarse con Charlotte, lo cierto era que todavía había algo prioritario, la razón por la que estaba allí. No obstante, anduviese desencaminada o no, Scarlet empezaba a abrigar la clara impresión de que Maddy trataba de deshacerse de ella y no precisamente por nada que tuviese que ver con la búsqueda de Petula
.

Maddy se quedó completamente perpleja, pero la expresión de aprobación que adquirió el rostro de Scarlet fue instantáneo. Muertología, la película de orientación, toda la metáfora aquella sobre Bill y Butch, las habilidades especiales y el kickball. Se le ocurrió pensar que era curioso que Maddy no hubiese pasado por eso también. Todo el mundo debía ver la película una y otra vez.
-Tenemos que salir del campus -continuó Charlotte.

-Genial. ¿Cómo? -preguntó Scarlet, ansiosa por coger la puerta e irse ya.

-Charlotte, no puedes volver al mundo de los vivos así por las buenas -la previno Maddy con urgencia -. Ahora tienes un empleo, responsabilidades en la plataforma telefónica.

-Te refieres a que podría perderme una de esas llamadas que nunca recibo -dijo Charlotte con sarcasmo, pero entendiendo, no obstante, que las consecuencias de aventurarse a lo desconocido podían ser muy peligrosas -. Estoy convencida de que puedes atenderlas por mí.

El malestar que le había producido el gesto de Maddy al contestar su llamada en el
trabajo días antes había estado reconcomiendo a Charlotte, y le pareció que éste era un momento tan bueno como cualquier otro para hacérselo saber.

-No quiero que hagas nada que pueda perjudicarte -dijo Scarlet sintiéndose culpable y esperanzada a la vez ante la perspectiva de poder dar finalmente con la solución -. Tú señálame el camino y yo seguiré sola.
-No. Nuestra labor es ayudar a adolescentes con problemas, ¿no es así? -dijo Charlotte tajantemente, mirando a Maddy -. Tú eres una adolescente con problemas y yo voy a ayudarte.
-¿Es qué no te acuerdas de todo lo que hemos hablado sobre las buenas obras? -Dijo Maddy fuera de sí, cogiendo a Charlotte de sus escuálidos hombros en un desesperado
último intento por hacerla entrar en razón -. ¿De lo inútiles que resultan? ¿De la pérdida de tiempo que suponen?


A Charlotte le costó un poco procesar lo de que la “necesitaba”, por no decir que la
irritó bastante. En otras circunstancias, habría disfrutado escuchando a Maddy reconocer de aquella manera su vulnerabilidad, los celos que aparentemente le causaba la visita de Scarlet, pero no era eso lo que acababa de suceder. No era necesidad en el sentido de deseo lo que Maddy acababa de expresar; más bien parecía necesidad en el sentido de obligación.


Charlotte estaba harta de que Maddy se metiera por medio, pero lo cierto era que se había portado como una verdadera amiga desde que llegaran, y resultaba más que comprensible que Maddy se sintiera amenazada por su relación con Scarlet.


En ese instante sonó el teléfono del apartamento, y Maddy, haciendo gala de las
habilidades adquiridas en la plataforma, se abalanzó hacia el aparato para contestar.
Volvió la espalda a las chicas y asintió unas cuantas veces, pero ni Charlotte ni Scarlet lograron oír una sola palabra de lo que decía. Es más, no se enteraron de que la conversación había acabado hasta que Maddy colgó el auricular y se volvió con una expresión mucho más alegre cubriéndole el rostro.
-Oye, Charlotte, ¿tienes un momento? -Preguntó a la vez que la agarraba de su
esquelética muñeca y la arrastraba al otro extremo de la habitación -. Verás, al principio pensaba que esta historia era una mala idea, con tanta carga de trabajo como tienes y eso
-pió Maddy -, pero sé lo triste que has estado, y regresar, bueno, ya sabes, quizá tenga sentido para ti -continuó Maddy -. Lo que quiero decir es que esa hermana tan perfecta y popular de Scarlet está ahí tumbada, vulnerable y vacía, y tú eres probablemente la
única que puede ayudarla en este momento.



COMENTARIO: bueno pues que padre que charlotte se volvio a rencontrar con Scarlet, la verdad es que cuando uno esta deprimida o triste por lo que le pasa en la vida o en la muerte pues se necesita de un compañero o amigo, y pues tambien creo que debemos de tomar en cuenta lo que Charlotte quiereayudar a Petula, apezar de todos los rencores y envidias que habia entre ambas, siento que es una buena leccion que debemos tomar en cuenta, y ponerla en practica; si podemos ayudarle al projimo, hay que hacerlo (apezar de lo que alla pasado o lo que te alla hecho).

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